lunes, 21 de noviembre de 2011

Veinte.

        Espero que os guste este capítulo tanto como a mí escribirlo. Os dejo el link de una canción de uno de mis grupos favoritos, es preciosa advierto. Como siempre, gracias. Votad.


                                                      **


Caminaba ciega. Dejando que me guiase a donde él quisiese. No me importaba el dónde ni la hora que fuese, y mucho menos el frío que hiciese.


- Juguemos a las preguntas.- Dijo mirando al frente.
- Tú dirás.
- ¿Para ti qué es un buen plan?
- Pues se podría decir que disfrutar de los buenos momentos que la vida te da con la gente que te importa sin tener en cuenta los problemas. ¿El tuyo?
- Creo que me lees la mente.
- Eso lo creo yo.- Rió.- Ahora me toca a mí. ¿Cómo sería tu tarde perfecta?
- Estar en algún sitio tirado sin hacer nada y sin pensar e intentar evadirme un poco de toda esta ciudad, aunque me gustaría estar acompañado. Te toca.
- Estar viendo una película en el sofá mientras como pepinillos y pechuga de pavo.
- Lo tendré que probar.


Tras una larga lista de tonterías, y reflejos en sus ojos de la luna, me di cuenta de que estábamos en el parque en el que se puede decir que hubo un principio. No se sentía nada más que el rumor del viento producido por las hojas al intentar echar a volar, ser libres. Miré extrañada a Dougie y recibí como respuesta una sonrisa. 


- Moriremos de hipotermia.
- ¿Quieres que vaya a por Titanic?
- No estaría mal…
- Ahora vengo.


Se dio la vuelta y cuando me volvió a mirar tenía el pelo sobre su frente y se puso de rodillas. No me lo podía creer.


- Por favor, salva tu vida.- Dijo tosiendo.
- ¡Jack! ¡No puedes dejarme!
- Rose… No podremos sobrevivir los dos.
- ¡Sí, si que podemos! Sólo tienes que confiar en mí.- Dije notando las lágrimas en su límite.
- Por favor…
- Jack…- La primera lágrima recorrió mi mejilla.


Dougie se levantó sonriendo y borró la huella de aquel pequeño drama.


- Siempre se me ha dado bien el teatro.- Dije intentando quitarle importancia.
- Claro y a mí estar despierto.
- ¿Lo has pensado?
- Eh… no.- Reímos.


Nos sentamos en algún lado de aquel lugar dominado por el silencio mientras Dougie jugaba con nuestros dedos.


- Hacía tiempo que no desconectaba de esta manera.
- Me encargaré de que siga siendo así.- Dijo mirando hacia ningún lado.- ¿Qué tienes pensado hacer mañana?
- Estar en casa.- No dudé.
- Lo siento pero mañana te vienes conmigo.
- Pero déjame comer pepinillos o si no estás muerto.
- Vale.
- ¿A dónde se supone que vamos a ir?
- Pues no lo sé, supongo que donde acabemos.
- Imprevisible.
- Así soy yo.- Dijo sonriendo.
- ¿Tú crees en las casualidades?
- Creo que todo ocurre por algo, para bien o para mal, ya sabes, de errores se aprende.
- Sí, pero a veces cuesta demasiado ver el lado positivo cuando lo único que consigues ver es un infierno de dudas.
- Sabes que te entiendo.
- Una vez que consigues sonreír a todo eso, consigues dar un paso que será el definitivo.
- Y seguirás caminando.
- Dougie, sabes que pase lo que pase puedes contar conmigo.

Un nuevo aire comenzaba a llegar a mis pulmones. Los rayos de sol intentaban interponerse entre el mundo de los sueños y el real.


- Buenos días.


Escuché un susurro a uno de mis lados mientras entreabría mis párpados. Me encontré con una imagen clara. El cielo azul era el techo infinito de un espacio donde los árboles guiaban la carretera hacia un lugar desconocido.


- Se me hace raro ver una mañana así.
- Debe de ser por tu culpa.


Eso me hizo sonreír levemente y me acurruqué como pude en el asiento mientras colocaba de nuevo la cazadora de Dougie que había hecho de manta durante el trayecto. Había pasado a recogerme a las seis y media de la mañana, antes del amanecer, sin importarle las horas que hubiese descansado por su parte y con ningún rumbo fijo quería poner comienzo al día. La radio culminaba la cumbre de tal momento, un sonido apenas inaudible pero de un efecto totalmente increíble.


- Tienes que estar cansado, Dougie. Dime a donde vamos y conduzco yo.
- No sé a donde vamos.- Dijo riendo.
- Genial…
- Tú descansa que aún son las once y creo que no queda demasiado.
- Oh, que no sabes donde estamos pero si lo que queda, que listo eres.- Dije sonriendo.
- Lo sé.


La brisa del mar, el aroma a salitre, un recuerdo que creía haber olvidado difícilmente. 


- Creía haber olvidado esta sensación.


Doug me miró extrañado y yo asentí sonriendo.
- Siempre viví cerca del mar hasta que vine a Londres y cada vez que vuelvo se me hace poco el tiempo que paso para volver a reencontrarme con él. Creía que jamás echaría de menos poder disfrutar de la libertad que llega a conceder el simple hecho de sentarte en la arena pero una vez que lo perdí me di cuenta de lo que de verdad significa.


- Tienes todo el tiempo del mundo, si quieres nos podemos quedar aquí de por vida.
- ¿En no sabes dónde?
- Exacto.


Aquel pequeño pueblo era todo lo que una persona necesita para desconectar, olvidarse de todo lo demás y, solamente, centrarse en vivir cada momento como si fuera el último.


Comimos en una pequeña taberna, escondida en algún lugar de aquel pequeño trozo de paraíso que encontramos de casualidad mientras intentábamos conocer su nombre.


Cada vez que respiraba, un recuerdo revivía en mi mente. Un recuerdo de cada tormenta que presencié desde el filo del peligro, esperando la calma.


- Cuando tenía quince años, mi padre y yo fuimos hasta el puerto para situarnos en el muro que hacía de rompeolas, un día de galerna. Recuerdo que llevábamos chubasqueros con gorro y esperamos a que la mar se picase lo bastante como para que una ola salpicase nuestra posición avisando del peligro. Siempre he tenido respeto a la mar, como toda hija de familia pescadora.


Susurré aquella pequeña historia mientras dejaba que mis dedos se perdieran entre su pelo. 

Notaba la fría arena bajo mis piernas y el viento fresco pulía cada parte de mí cara. Me encanta ese momento en el que no haces nada, solamente respirar, notar la brisa del inalcanzable infinito.


Escuchaba el murmullo del fiel e inestable océano intentando refugiarse en el más puro horizonte, centrándose en que la tranquilidad creciese a cada ola. 


Intentaba dibujar figuras sin sentido con mi yemas, notando su respiración cuando pasaba cerca de su boca. Su corazón palpitaba calmado, únicamente acompasado con el vaivén de las pequeñas olas de la orilla.


El rumor del mar es la mejor música que una persona puede escuchar en su vida, para mí es un silencio, incorrectamente un silencio en el que sólo existes tú y un elemento imprevisible.


- Dougie.- Dije bajito.


Sonrió levemente y recorrí su sonrisa poco a poco.


- Me gustan las sonrisas.
- A mí me gusta la tuya.- Dijo aún con los ojos cerrados.
Dejamos que pasasen los segundos, convirtiéndose en minutos, en palabras. El frío comenzó a crecer con la caída del sol y decidí despedirme con un hasta luego del lugar, eran las siete y media.


- ¿Cuánto hemos tardado en llegar?
- Tres horas… más o menos.- Dijo poniéndose el cinturón.
- Adiós.
- No te duermas que me aburro.

Reí y puse uno de los discos que había en la guantera.

- Pues yo te entretengo.- Dije mientras le miraba.- ¿Qué tal estás?
- Muy bien, ¿y tú?
- Igual.
- Esta noche cenamos fuera.
- ¿Dónde?
- Con los demás.
- ¿Qué?.- Reí.- No me vaciles.
- No te vacilo.
- Ni de coña.
- Sí.
- Que no. Por favor, no.
- ¿Pero por qué?.- Dijo riendo.
- Porque no.
- Cantia…
- Dougie, que no… Que me da vergüenza.
- ¡Joder! Y luego el que no sabe lo que dice soy yo.
- Sí.- Dije sacándole la lengua.
- Te la voy a cortar.- Dijo negando con la cabeza.
- Tú verás lo que haces.


El viaje de vuelta se hizo largo pero pude grabar en mi memoria el recorrido de la muerte del sol y el nacimiento de la luna. A medida que nos acercábamos a la civilización, se podía observar como los edificios de la urbe creaban una silueta en el oscuro cielo, creando montañas ocultas que se refugiaban en los brazos de la dueña de la noche.


- ¿Y dónde me llevas?
- A casa de Tom.
- Por favor, me raptas para llevarme a ese sitio… Acabaré con el síndrome de Diógenes.
- Si no lo tenías, eso espero.


Volvía a invadirme el ruido de la ciudad pero intentaba buscar refugio en el murmullo del mar que golpeaba, aún, mis oídos. Conforme nos íbamos alejando, de nuevo, del corazón de Londres, los nervios golpeaban mi estómago, creando un nerviosismo demasiado notable en mí.


- Para quieta.- Dijo poniendo su mano en mi pierna.
- No puedo.
- No hay quien te entienda.- Rió.
- Verdad, tú.


Esa frase hizo que mi cerebro parase de analizar datos y que sufriese cierto bloqueo. Sus ojos habían apartado su punto de mira de la carretera para intentar derrotar a los míos. 


- Tus ojos son como un libro abierto.- Dije intentando hacerle frente.


Sus labios dibujaron una tímida sonrisa y sin querer, o queriendo, centré toda mi atención en él. Mis ojos se entrecerraban intentando buscar el por qué de algo que se encontraba en él.


- Me pones nervioso.- Dijo bajando la voz.
- No es mi intención.
- Me pregunto por qué este coche no tiene piloto automático.
- Para esto.


Sentí sus labios sobre los míos, fugazmente. Cuando conseguí encontrar el centro de la realidad y dejar la diferencia hacia el mundo irreal, comencé a notar cierto aumento de la temperatura en mis mejillas y retiré la mirada para mirar por la ventanilla mientras pasaba un mechón de pelo detrás de mi oreja.


- No te escondas. No merece la pena.


El sonido del interior del coche cesó. Habíamos llegado.


- Dougie… Te odio.
- Yo también.- Dijo saliendo del coche.


Cuando me abrió la puerta, me encontré envuelta en sus brazos de inmediato.


- Vas a conseguir matarme.


Rió y besó mi frente. El efecto del olor de su colonia no ayudaba para nada.


- Algún día te diré algo secreto sobre algo tuyo.
- ¿Me dejas con la intriga?.- Dijo mirándome.
- Sí… Es un secreto mío sobre ti. Tiene su punto.


Cuando Dougie abrió llamó a la puerta, buscó mi mano y la apretó con decisión, intentando demostrarme que todo iría bien.


Giovanna tenía dibujada una amplia sonrisa y antes de que pudiese decir nada, me interrumpió.


- Cantia… Un nombre precioso.
- Gracias.- Dije sonriendo tímidamente.


Después del saludo correspondiente, Dougie me guió hasta el salón donde se encontraban los demás. Pude escuchar una voz decir algo similar a ‘ya han llegado’ pero no lo entendí con claridad.
Cuando Dougie entró, saludó a Danny y a Harry mientras Georgia, Izzy y Giovanna se acercaban para saludarme. Georgia e Izzy me saludaron con una leve abrazo y después vinieron Danny y Harry, así, de repente, con un abrazo mutuo.


- Bienvenida.
- Hola, soy Cantia y parecéis una secta.


Ambos rieron y cuando estuve libre, se acercó Tom con una sonrisa que conseguía debilitar.


- Encantado, Cantia.- Dijo estrechándome en un familiar abrazo.


La noche se alargó más de la cuenta y a una hora no concreta, se puede decir que salimos de aquel ambiente tan… necesario. La velada fue demasiado animada, era como estar entre una familia en la que todos están con todos, para lo bueno y para lo malo.


 ( http://www.youtube.com/watch?v=w_LOOKssMpA&feature=results_video&playnext=1&list=PL6DFB4C5C76AD01C6 )


Dougie condució tranquilo mientras mi sonrisa era imborrable. Aparcó en frente del portal y se volvió a repetir la misma acción que en casa de Tom.

Salimos del coche y nos quedamos a su lado, de pie y sin articular palabra, simplemente dejando que nuestras miradas conectasen e intercambiasen palabras en silencio. Dougie llevó una de sus manos a mi mejilla. Me acerqué lentamente a él y cerré los ojos sin tener en cuenta el tiempo. Sus labios y los míos entraron en contacto y cuando el contacto de su piel en mi nuca hizo que un escalofrío recorriese mi cuerpo, Dougie me miró.


- No cambiarás nunca.
- Tú tienes la culpa.


Compartimos alientos y sonrisas en minutos eternos, intentando parar el tiempo.


- Me encantaría pasar el resto de las horas contigo, hasta volver a ver el alba.
- Podríamos hacerlo, pero aquí no hay playa.
- Podríamos imaginarla.


Sonreí y acorté por última vez la distancia en una beso corto.


- Tienes que dormir.- Dije atrapando su mano entre las mías.
- Prefiero estar contigo.
- Yo también.
- Que duermas bien preciosa.


Besó mi frente y me encaminé hacia el portal mientras Dougie observaba cada paso que daba.


                                                      **
                                                    

1 comentario:

  1. Como no, como no, como no. ¿Por qué todas sois tan perfectas?
    Es increíble.
    It's a little bit funny this feeling inside..

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