viernes, 9 de marzo de 2012

Veintiuno.

 Gracias a todas las que habéis esperado a un nuevo capítulo, de verdad. Siento mucho el haber tardado casi cuatro meses sin dar señal pero creo que necesitaba un tiempo de reflexión. Es una parte muy corta e intentaré subir lo más pronto posible, no más de una semana. Gracias. A esas personas que, aunque no sigamos hablando, siguen siendo tan importantes para mí como el primer día.


                                                       **



- ¿Y tú de dónde eres?.- Preguntó mientras daba un sorbo a su café.
- España… Que raro que no lo hayas descubierto por mi acento.-Reí.
- No se nota. Te podría haber distinguido mejor por tus rasgos.


Habíamos ido a una cafetería Hayley y yo. El día estaba revuelto, sin una condición estable y para ser un miércoles por la tarde, las cosas estaban demasiado calmadas respecto a la universidad. La cuenta de los días que llevaba sin verle la llevaba un poco apartada de lo demás y Kate había tenido que ir a un pueblo cercano a Londres debido a la muerte de su abuelo. La verdad es que Hayley era demasiado parecida a mí.


- Cantia, ¿en qué piensas?
- ¿Eh?.- Dije incorporándome.- No, nada… lo siento.
- He estado hablando con la pared durante… tres minutos. ¡Oh sí!.- Reímos.
- ¿Y sobre que habéis estado hablando?.- Dije frunciendo el ceño.
- Sobre que la semana que viene comienzo a dar clases en una academia.
- ¿En serio?
- ¡Sí!
- ¡Te odio! Me apuntaré para asesinarte y quedarme con tu puesto.
- No podrás.
- No, la verdad es que no…- Reí.- Oye… ¿a qué universidad vas?
- Pues creo que a la misma que tú… 
- ¿Sí? Nunca te he visto.- Dije mirando hacia la nube que poco a poco se hundía en mi café.
- Pues yo a ti si y fue cuando te caíste en el pasillo del laboratorio de la segunda planta…
- Joder.
- Tranquila, creo que fui la única que te vio.- Reímos.


La tarde fue distinta, una de esas que no quieres que acabe jamás o que desearías pasar más de una vez. Llegamos a casa después de haber invadido todas las librerías de la zona y dimos paso a una gran charla sobre gustos musicales.


La noche llegó. Otra vez volvía a escuchar las gotas golpear fuertemente la ventana. Ese sonido se había ausentado días atrás. Había estado hablando con Gabriel mientras cenaba y me contó que le habían dado una beca para ir a estudiar a Alemania. No me apetecía pensar en cuantos kilómetros más me separarían de él. 


El único alma que compartía mi dicha soledad, me había abandonado por un par de mantas y unos cojines a quince metros de mí y tras pasar media hora sin saber que hacer mientras miraba a cualquier esquina del salón, decidí subir a mi pequeña ‘biblioteca’ y coger algo que me hiciese servir para algo. El libro resultó ser una antigua novela romántica, con un final un tanto contradictorio, del siglo dieciocho que me regaló mi tía cuando aún no sabía muy bien el que pensar acerca de asuntos tan simples como el hecho de aceptar lo que se fue, pero jamás había tenido las ganas suficientes para continuar más allá de la página cincuenta. Me acurruqué en la antigua mecedora que compré sin motivo en una tienda de antigüedades. La manta dejaba entrever mis calcetines morados y la pequeña lámpara que reposaba en la esquina de mi vera, hacía que las contadas lágrimas que caían sin permiso alguno pareciesen más sumisas.


‘Resultó ser que lo que yo creía, perfecto e inseparable, era algo confuso y sin el mismo sentido con el que yo contaba. Resultó ser que yo salí perdiendo, haciendo que un gran abismo se abriese entre la realidad y mis ganas de vivir. Como un pulso en el que sabes que acabarás perdiendo… así me sentí yo tras esa gran tormenta, deseando caer en el vacío y esperando que algo lejano me esperase o no, simplemente quería morir.’

Mi móvil comenzó a sonar, liberándome del gran tormento al que había conseguido involucrarme gracias a las palabras de la autora. Me limité a susurrar un pequeño ‘¿Sí?’ entrecortado mientras borraba las huellas de lo que podrían haber sido un gran holocausto.


- ¿Cantia?¿Qué te pasa?.- Dijo una voz impaciente.
- Nada.- Reí levemente.
- Dímelo…
- Que no me pasa nada Dougie.
- Cantia, por favor…
- Pues que resulta que esta noche estoy con la sensibilidad a flor de piel.
- ¿Por qué?.
- Una absurda historia sin un final feliz.
- ¿Estás leyendo?
- No, que va.- Reí mientras cerraba el libro.- ¿Y qué tal el día cosa rara?
- Pues genial, como todos los días que constan con un concierto a partir de las ocho. ¿Cosa rara?.- Preguntó extrañado.
- ¿Qué pasa? ¿Tienes algún nombre que te identifique mejor?.
- Sí.- Rió.
- ¿Y cuál es?
- Dougie.
- Te odio.
- Te echo de menos.


Que alguien apareciese, me llamase y me dijese eso, era lo que menos necesitaba, es decir, que esa simple frase y dicha por alguien al que quieres, hizo que comenzase a notar como las lágrimas golpeaban violentamente mis párpados, intentando obligarles a abrirse, cosa que no forcé.


- Yo también…

Después de unos cuantos abrazos a distancia, bajé a la cocina y me preparé un vaso de leche caliente. Era casi medianoche. Kate me había escrito un mensaje para quedar al día siguiente con ella para dar una vuelta por el centro e ir a comprar unos libros para la universidad. 
Fui al salón y me senté en el sofá con el ordenador para escribir algunas cosas que me venían a la cabeza. Ahora entendía lo que me decía Gabriel, ‘una de ciencias a la que se le da demasiado bien eso de escribir’. Mientras escribía, vi como en una de las ventanas del ordenador, Gabriel me llamaba desde el Skype. Estuvimos hablando sobre todo y nada a la vez y me pasó algunas pequeñas tesis que tenía preparadas para el año siguiente. Hablar con él durante casi una hora fue como respirar: sin darte cuenta pasa el tiempo y tu vida se consume un poco más.


Ya eran las doce y cuarto y había quedado con Kate a y media. Llegaría tarde. Abrí el buzón y como siempre, miré sin ver de quién procedían las cartas. Rutina. 

Fui con Kate a una tienda nueva que habían abierto hacía un mes pero mis queridos exámenes finales me habían retenido en casa más tiempo del normal. Dejé a Kate perdida entre los libros de patologías mientras yo me perdía entre los de anatomía. Éramos tal para cual. Después de estar más de tres cuartos de hora recorriendo las tres plantas repletas de libros, fuimos a comer a un pequeño restaurante italiano y con la tontería, me acordé del último día con Dougie.


- Cantia, te voy a hacer un hijo.
- Intentemos establecer una comunicación como personas normales.
- Sabes que no lo somos.
- He dicho que intentemos.
- Me parece muy bien. ¿Qué podemos hacer esta tarde?
- Ir a mi o tu casa, no estaría mal, ver películas y comer grasas saturadas. 
- ¿A mi casa? Tía, la tuya es más normal, la mía es anormal.
- Te voy a quitar la palabra ‘normal’ de tu cabeza.
- Vale. Y si a eso de comer grasas saturadas le sumamos unas cervezas, luego salimos un rato…
- Kate, es domingo. Mañana lunes… si salimos, mátame.
- No a ver, tampoco te pongas así… Vamos a tu casa y lo que surja…
- Bien… Oye, me tienes que ayudar a buscar a un tío de no se sabe dónde, ¿vale?
- Sí pero eso lo hacemos otro día.- Dijo mientras me empujaba hacia la sociedad revuelta de Londres.


Después de ver Un paseo para recordar y El paciente inglés, acabamos en las escaleras de la parada de metro más cercana cantando un amplio repertorio casi intangible a las diez de la noche.



                                                     **

lunes, 21 de noviembre de 2011

Veinte.

        Espero que os guste este capítulo tanto como a mí escribirlo. Os dejo el link de una canción de uno de mis grupos favoritos, es preciosa advierto. Como siempre, gracias. Votad.


                                                      **


Caminaba ciega. Dejando que me guiase a donde él quisiese. No me importaba el dónde ni la hora que fuese, y mucho menos el frío que hiciese.


- Juguemos a las preguntas.- Dijo mirando al frente.
- Tú dirás.
- ¿Para ti qué es un buen plan?
- Pues se podría decir que disfrutar de los buenos momentos que la vida te da con la gente que te importa sin tener en cuenta los problemas. ¿El tuyo?
- Creo que me lees la mente.
- Eso lo creo yo.- Rió.- Ahora me toca a mí. ¿Cómo sería tu tarde perfecta?
- Estar en algún sitio tirado sin hacer nada y sin pensar e intentar evadirme un poco de toda esta ciudad, aunque me gustaría estar acompañado. Te toca.
- Estar viendo una película en el sofá mientras como pepinillos y pechuga de pavo.
- Lo tendré que probar.


Tras una larga lista de tonterías, y reflejos en sus ojos de la luna, me di cuenta de que estábamos en el parque en el que se puede decir que hubo un principio. No se sentía nada más que el rumor del viento producido por las hojas al intentar echar a volar, ser libres. Miré extrañada a Dougie y recibí como respuesta una sonrisa. 


- Moriremos de hipotermia.
- ¿Quieres que vaya a por Titanic?
- No estaría mal…
- Ahora vengo.


Se dio la vuelta y cuando me volvió a mirar tenía el pelo sobre su frente y se puso de rodillas. No me lo podía creer.


- Por favor, salva tu vida.- Dijo tosiendo.
- ¡Jack! ¡No puedes dejarme!
- Rose… No podremos sobrevivir los dos.
- ¡Sí, si que podemos! Sólo tienes que confiar en mí.- Dije notando las lágrimas en su límite.
- Por favor…
- Jack…- La primera lágrima recorrió mi mejilla.


Dougie se levantó sonriendo y borró la huella de aquel pequeño drama.


- Siempre se me ha dado bien el teatro.- Dije intentando quitarle importancia.
- Claro y a mí estar despierto.
- ¿Lo has pensado?
- Eh… no.- Reímos.


Nos sentamos en algún lado de aquel lugar dominado por el silencio mientras Dougie jugaba con nuestros dedos.


- Hacía tiempo que no desconectaba de esta manera.
- Me encargaré de que siga siendo así.- Dijo mirando hacia ningún lado.- ¿Qué tienes pensado hacer mañana?
- Estar en casa.- No dudé.
- Lo siento pero mañana te vienes conmigo.
- Pero déjame comer pepinillos o si no estás muerto.
- Vale.
- ¿A dónde se supone que vamos a ir?
- Pues no lo sé, supongo que donde acabemos.
- Imprevisible.
- Así soy yo.- Dijo sonriendo.
- ¿Tú crees en las casualidades?
- Creo que todo ocurre por algo, para bien o para mal, ya sabes, de errores se aprende.
- Sí, pero a veces cuesta demasiado ver el lado positivo cuando lo único que consigues ver es un infierno de dudas.
- Sabes que te entiendo.
- Una vez que consigues sonreír a todo eso, consigues dar un paso que será el definitivo.
- Y seguirás caminando.
- Dougie, sabes que pase lo que pase puedes contar conmigo.

Un nuevo aire comenzaba a llegar a mis pulmones. Los rayos de sol intentaban interponerse entre el mundo de los sueños y el real.


- Buenos días.


Escuché un susurro a uno de mis lados mientras entreabría mis párpados. Me encontré con una imagen clara. El cielo azul era el techo infinito de un espacio donde los árboles guiaban la carretera hacia un lugar desconocido.


- Se me hace raro ver una mañana así.
- Debe de ser por tu culpa.


Eso me hizo sonreír levemente y me acurruqué como pude en el asiento mientras colocaba de nuevo la cazadora de Dougie que había hecho de manta durante el trayecto. Había pasado a recogerme a las seis y media de la mañana, antes del amanecer, sin importarle las horas que hubiese descansado por su parte y con ningún rumbo fijo quería poner comienzo al día. La radio culminaba la cumbre de tal momento, un sonido apenas inaudible pero de un efecto totalmente increíble.


- Tienes que estar cansado, Dougie. Dime a donde vamos y conduzco yo.
- No sé a donde vamos.- Dijo riendo.
- Genial…
- Tú descansa que aún son las once y creo que no queda demasiado.
- Oh, que no sabes donde estamos pero si lo que queda, que listo eres.- Dije sonriendo.
- Lo sé.


La brisa del mar, el aroma a salitre, un recuerdo que creía haber olvidado difícilmente. 


- Creía haber olvidado esta sensación.


Doug me miró extrañado y yo asentí sonriendo.
- Siempre viví cerca del mar hasta que vine a Londres y cada vez que vuelvo se me hace poco el tiempo que paso para volver a reencontrarme con él. Creía que jamás echaría de menos poder disfrutar de la libertad que llega a conceder el simple hecho de sentarte en la arena pero una vez que lo perdí me di cuenta de lo que de verdad significa.


- Tienes todo el tiempo del mundo, si quieres nos podemos quedar aquí de por vida.
- ¿En no sabes dónde?
- Exacto.


Aquel pequeño pueblo era todo lo que una persona necesita para desconectar, olvidarse de todo lo demás y, solamente, centrarse en vivir cada momento como si fuera el último.


Comimos en una pequeña taberna, escondida en algún lugar de aquel pequeño trozo de paraíso que encontramos de casualidad mientras intentábamos conocer su nombre.


Cada vez que respiraba, un recuerdo revivía en mi mente. Un recuerdo de cada tormenta que presencié desde el filo del peligro, esperando la calma.


- Cuando tenía quince años, mi padre y yo fuimos hasta el puerto para situarnos en el muro que hacía de rompeolas, un día de galerna. Recuerdo que llevábamos chubasqueros con gorro y esperamos a que la mar se picase lo bastante como para que una ola salpicase nuestra posición avisando del peligro. Siempre he tenido respeto a la mar, como toda hija de familia pescadora.


Susurré aquella pequeña historia mientras dejaba que mis dedos se perdieran entre su pelo. 

Notaba la fría arena bajo mis piernas y el viento fresco pulía cada parte de mí cara. Me encanta ese momento en el que no haces nada, solamente respirar, notar la brisa del inalcanzable infinito.


Escuchaba el murmullo del fiel e inestable océano intentando refugiarse en el más puro horizonte, centrándose en que la tranquilidad creciese a cada ola. 


Intentaba dibujar figuras sin sentido con mi yemas, notando su respiración cuando pasaba cerca de su boca. Su corazón palpitaba calmado, únicamente acompasado con el vaivén de las pequeñas olas de la orilla.


El rumor del mar es la mejor música que una persona puede escuchar en su vida, para mí es un silencio, incorrectamente un silencio en el que sólo existes tú y un elemento imprevisible.


- Dougie.- Dije bajito.


Sonrió levemente y recorrí su sonrisa poco a poco.


- Me gustan las sonrisas.
- A mí me gusta la tuya.- Dijo aún con los ojos cerrados.
Dejamos que pasasen los segundos, convirtiéndose en minutos, en palabras. El frío comenzó a crecer con la caída del sol y decidí despedirme con un hasta luego del lugar, eran las siete y media.


- ¿Cuánto hemos tardado en llegar?
- Tres horas… más o menos.- Dijo poniéndose el cinturón.
- Adiós.
- No te duermas que me aburro.

Reí y puse uno de los discos que había en la guantera.

- Pues yo te entretengo.- Dije mientras le miraba.- ¿Qué tal estás?
- Muy bien, ¿y tú?
- Igual.
- Esta noche cenamos fuera.
- ¿Dónde?
- Con los demás.
- ¿Qué?.- Reí.- No me vaciles.
- No te vacilo.
- Ni de coña.
- Sí.
- Que no. Por favor, no.
- ¿Pero por qué?.- Dijo riendo.
- Porque no.
- Cantia…
- Dougie, que no… Que me da vergüenza.
- ¡Joder! Y luego el que no sabe lo que dice soy yo.
- Sí.- Dije sacándole la lengua.
- Te la voy a cortar.- Dijo negando con la cabeza.
- Tú verás lo que haces.


El viaje de vuelta se hizo largo pero pude grabar en mi memoria el recorrido de la muerte del sol y el nacimiento de la luna. A medida que nos acercábamos a la civilización, se podía observar como los edificios de la urbe creaban una silueta en el oscuro cielo, creando montañas ocultas que se refugiaban en los brazos de la dueña de la noche.


- ¿Y dónde me llevas?
- A casa de Tom.
- Por favor, me raptas para llevarme a ese sitio… Acabaré con el síndrome de Diógenes.
- Si no lo tenías, eso espero.


Volvía a invadirme el ruido de la ciudad pero intentaba buscar refugio en el murmullo del mar que golpeaba, aún, mis oídos. Conforme nos íbamos alejando, de nuevo, del corazón de Londres, los nervios golpeaban mi estómago, creando un nerviosismo demasiado notable en mí.


- Para quieta.- Dijo poniendo su mano en mi pierna.
- No puedo.
- No hay quien te entienda.- Rió.
- Verdad, tú.


Esa frase hizo que mi cerebro parase de analizar datos y que sufriese cierto bloqueo. Sus ojos habían apartado su punto de mira de la carretera para intentar derrotar a los míos. 


- Tus ojos son como un libro abierto.- Dije intentando hacerle frente.


Sus labios dibujaron una tímida sonrisa y sin querer, o queriendo, centré toda mi atención en él. Mis ojos se entrecerraban intentando buscar el por qué de algo que se encontraba en él.


- Me pones nervioso.- Dijo bajando la voz.
- No es mi intención.
- Me pregunto por qué este coche no tiene piloto automático.
- Para esto.


Sentí sus labios sobre los míos, fugazmente. Cuando conseguí encontrar el centro de la realidad y dejar la diferencia hacia el mundo irreal, comencé a notar cierto aumento de la temperatura en mis mejillas y retiré la mirada para mirar por la ventanilla mientras pasaba un mechón de pelo detrás de mi oreja.


- No te escondas. No merece la pena.


El sonido del interior del coche cesó. Habíamos llegado.


- Dougie… Te odio.
- Yo también.- Dijo saliendo del coche.


Cuando me abrió la puerta, me encontré envuelta en sus brazos de inmediato.


- Vas a conseguir matarme.


Rió y besó mi frente. El efecto del olor de su colonia no ayudaba para nada.


- Algún día te diré algo secreto sobre algo tuyo.
- ¿Me dejas con la intriga?.- Dijo mirándome.
- Sí… Es un secreto mío sobre ti. Tiene su punto.


Cuando Dougie abrió llamó a la puerta, buscó mi mano y la apretó con decisión, intentando demostrarme que todo iría bien.


Giovanna tenía dibujada una amplia sonrisa y antes de que pudiese decir nada, me interrumpió.


- Cantia… Un nombre precioso.
- Gracias.- Dije sonriendo tímidamente.


Después del saludo correspondiente, Dougie me guió hasta el salón donde se encontraban los demás. Pude escuchar una voz decir algo similar a ‘ya han llegado’ pero no lo entendí con claridad.
Cuando Dougie entró, saludó a Danny y a Harry mientras Georgia, Izzy y Giovanna se acercaban para saludarme. Georgia e Izzy me saludaron con una leve abrazo y después vinieron Danny y Harry, así, de repente, con un abrazo mutuo.


- Bienvenida.
- Hola, soy Cantia y parecéis una secta.


Ambos rieron y cuando estuve libre, se acercó Tom con una sonrisa que conseguía debilitar.


- Encantado, Cantia.- Dijo estrechándome en un familiar abrazo.


La noche se alargó más de la cuenta y a una hora no concreta, se puede decir que salimos de aquel ambiente tan… necesario. La velada fue demasiado animada, era como estar entre una familia en la que todos están con todos, para lo bueno y para lo malo.


 ( http://www.youtube.com/watch?v=w_LOOKssMpA&feature=results_video&playnext=1&list=PL6DFB4C5C76AD01C6 )


Dougie condució tranquilo mientras mi sonrisa era imborrable. Aparcó en frente del portal y se volvió a repetir la misma acción que en casa de Tom.

Salimos del coche y nos quedamos a su lado, de pie y sin articular palabra, simplemente dejando que nuestras miradas conectasen e intercambiasen palabras en silencio. Dougie llevó una de sus manos a mi mejilla. Me acerqué lentamente a él y cerré los ojos sin tener en cuenta el tiempo. Sus labios y los míos entraron en contacto y cuando el contacto de su piel en mi nuca hizo que un escalofrío recorriese mi cuerpo, Dougie me miró.


- No cambiarás nunca.
- Tú tienes la culpa.


Compartimos alientos y sonrisas en minutos eternos, intentando parar el tiempo.


- Me encantaría pasar el resto de las horas contigo, hasta volver a ver el alba.
- Podríamos hacerlo, pero aquí no hay playa.
- Podríamos imaginarla.


Sonreí y acorté por última vez la distancia en una beso corto.


- Tienes que dormir.- Dije atrapando su mano entre las mías.
- Prefiero estar contigo.
- Yo también.
- Que duermas bien preciosa.


Besó mi frente y me encaminé hacia el portal mientras Dougie observaba cada paso que daba.


                                                      **
                                                    

sábado, 5 de noviembre de 2011

Diecinueve.

        Ya está de vuelta todo. Me he tomado muy a pecho uno de mis lemas y todo sigue. Espero que os guste y gracias por vuestra paciencia. Os dejo un link a mitad de capítulo por si queréis escucharlo mientras narra la historia.


                                                       ** 
        La semana había terminado. Todo volvía a la normalidad, paz. Algunos compañeros de la universidad habían salido a comer juntos pero yo tenía demasiadas cosas que hacer. Había estado con Bartney algunas tardes, a las que de vez en cuando se sumaba Mike. Habían decidido que este viernes la noche sería arropada por mi guitarra y mi voz. No sirvió de nada mi opinión y me daban razones y excusas como que si yo no tocaba, Bartney no podría tener otra salida para dicha noche.


Llegué a casa relajada. Había estado escuchando varias posibles canciones que tocaría esa noche mientras conducía. Ya estaban decididas. Después de comer y salir con mi ausente compañera de piso, estuve preparando las canciones para Bartney y ensayando hasta que una llamada de Kate me interrumpió.


- ¿Cómo osas a molestarme cuando estoy con mi musa, eh?.- Dije intentando parecer seria.
- Oh, lo siento mi ama. De verdad, lo siento, perdóneme.
- Perdonada estás.- Dije riendo.
- Ya me he enterado de que esta noche me abandonas y me dejas sola en la barra.
- Ya ves, yo me enteré ayer de que Cantia iba a abandonar a su posesión.
- ¿Cómo qué su posesión?.- Dijo haciéndose la ofendida.
- Calla esclava.

Las horas pasaron, los segundos murieron. Cada nota estaba en mi cabeza, cada palabra ansiaba por salir. Los nervios crecían cada minuto, llegando a causar un pequeño temor en mi interior, un miedo que apreciaba. Cuando quise darme cuenta Soul estaba en su funda, preparada para actuar esta noche. No había hablado con Doug en todo el día y no quise llamarle ya que estaría ocupado. Mi reloj marcaba las siete y cuarto cuando cerré la puerta. Había quedado con Barney a las ocho y media pero prefería estar en el almacén matando los nervios que en casa sin saber que hacer. Al salir, pude ver el cuerpo de una persona cuya cabeza se encontraba escondida tras varias cajas llenas de libros.


- Espera, te ayudo.- Dije mientras dejaba el bolso y la guitarra apoyados contra la pared.
- No, si no hace falta.


En ese momento la caja que ocultaba el rostro de la persona que se encontraba al otro lado acabó su recorrido en el suelo. Instintivamente me agaché para intentar volver a llenar dicha caja y cuando levanté la mirada para sonreír al individuo no identificado, me topé con unos ojos tan azules que podían batir en duelo al cielo.


- Muchas gracias.- Dijo sonriendo.
- No hay de que.- Imité su sonrisa.- Soy Cantia.- Dije ofreciendo mi mano.
- Yo soy Hayley.- Dijo estrechándola.
- Paramore.- Susurré.
- ¿Te gusta?.- Sus ojos mostraban cierta euforia.
- ¿Bromeas? Son impresionantes.- Dije riendo.


Parecía que sus ojos habían decidido contrastar a los míos. Hayley. Era una chica cuyo pelo rizado recorría su espalda en un intento de sendero. Su tez era clara y desprendía un aura de confianza y tranquilidad y su sonrisa era pura.


- ¿Vives en ese apartamento?.- Dijo señalando la puerta de mi pequeño mundo mientras la ayudaba a dejar las cajas en el felpudo. 


- Sí y por lo que veo vas a ser mi vecina.- Dije sonriendo.
- Sí.- Admitió radiante.- Soy de Essex y ya ves, con cajas ando.
- Me alegro de poder contar con alguien al otro lado de la pared.- Dije riendo.
- Yo también toco la guitarra.- Dijo sonriendo.
- ¿En serio? 
- Sí, es más, daba clases allí.- Sonrió.
- Creo que me hará demasiado feliz eso de tenerte por vecina. La última planta es nuestra.- Reímos.
- Cantia, me tengo que ir a por las últimas cosas para acabar de instalarme aquí, en este pequeño apartamento.
- Perfecto, te lo aseguro. Tranquila, mañana hablamos.


Sonrió mientras abría la puerta de su nueva casa y bajé las escaleras mientras He is we invadía mi cerebro con su música.


[…]


- ¿Nerviosa?


Bartney estaba en la barra cuando entré por la puerta. Traviesos mechones se instalaban sobre mis pestañas debido a que, en la pasajera calle, reinaba un sonido permanente y violento. Una fuerza sobrenatural, el viento. Le sonreí mientras me encaminaba hacia el almacén para dejar la que sería mi única compañera aquella noche. Al entrar pude ver como Bartney había apartado numerosas cajas para sustituirlas por un pequeño sofá.


- Sabía que llegarías pronto.


Estaba en la puerta mientras comía unas grasientas patatas fritas en un bol. Me acerqué a él y robé un puñado para apoyarme en la pared.


- Ladrona insensata.- Dijo con rencor.


Me limité a mirarle para seguir con mi entretenido pasa tiempo.


- Vale, te ha comido la lengua el gato.


Otra vez volví a encontrarme con los ojos grisáceos de Bartney. Unos ojos que transmitían experiencias, ya en un simple recuerdo, pero que mantenían la viveza de un alma nocturna.
Sacudí mis manos y suspiré para notar, al segundo, como Bartney formulaba un abrazo en el que encontré apoyo, donde pude ahogar mis miedos cada vez que él respiraba.


- Es que estoy muy nerviosa Bart. Tengo miedo a equivocarme y ver decepción en los ojos de la gente.


Intenté templar los nervios y no permití que mi voz se ahogase en un simple murmullo descontrolado por las pequeñas bocanadas de aire que conseguía reunir.

Bartney levantó mi mirada mientras mis mejillas se veían atrapadas por unas manos demasiado grandes.


- Cantia, joder, que lo vales.


Ese comentario me hizo sonreír y me guiñó su ojo derecho.


- Comprendo que ahora mismo hayas muerto y que te encuentres en un mundo paralelo donde sólo existe mi sonrisa mientras sufres una taticardia.- Dijo quitándole importancia.
- Yo comprende que en tu fuero interno pienses eso y también que en tu época de rompecorazones hayas cautivado a cientos de mujeres, y algún hombre, debido a tu gesto matador y tu sonrisa. Admito que mi corazón se a saltado un latido.


Rió y volvió a intercambiar su sonrisa por un semblante serio y sincero.


- Ahora en serio. Reconozco que yo también he pasado por ‘esto‘. ‘Esto’ es un momento en el que el temor que se ha instalado, temporalmente, en tu interior formando un nudo en tu estómago, revelándose, haciendo que respires con dificultad y que pienses en negativo, lo sé. También entiendo esa sensación de agobio en el que, aunque me deje mal a mí mismo, las lágrimas piden a gritos salir, y sé que al hacerlo, una paz se instala en tu interior seguido de una sonrisa. Cantia, lo sé y te entiendo. Ahora mismo siento todo lo que tú estás sintiendo y sé que tienes miedo a sentirte sola en el taburete pero sabes que no lo estarás porque cada nota que produzca tu guitarra es un sueño, un sueño que es compañero de melodía que tu canción y también sabes que soy capaz de coger a mi antigua compañera de carretera y subir, contigo, mientras una locura me hace perder la cordura y sumirme en un espacio lleno de musas, porque sé lo que es para ti y te comprendo con solamente mirar a tus ojos, por eso hemos hecho esto, para que disfrutes y hagas disfrutar, para que des a conocer tu don, para que la gente descubra a la perfección personificada y para que te invadas de todo lo que ha sido para ti esta semana. Cantia, sólo tienes que desconectar y hablar porque parece que me estoy comiendo el tiempo con cada palabra que sale de mi boca.
- Gracias Bartney.
- Ya sabes que no hay de que y que estaré siempre que lo necesites mientras esta ciudad te sume a su multitud. Estés donde estés, estaré contigo, pequeña dulcinea.
- ¿Pequeña dulcinea?:- Pregunté mientras mi famosa ceja se alzaba.
- Es que me vienen pequeños fragmentos de baladas, todas ellas compuestas de mi puño y letra, mientras observo tus ojos. ¿Te he dicho alguna vez que eres preciosa?
- Bartney…
- Lo eres, y dicho esto dejo que te desahogues rozando las cuerdas de tu guitarra. Si necesitas algo, Bartney estará preparando tu rincón mientras llega Kate.
- ¿Te he dicho alguna vez que gracias?
- Sí, muchas y sin motivo.
- Pues eso, gracias.


Sonrió y se encaminó hacia el acogedor corazón de aquel local donde la música reinaba en el espacio.


- Cantia, en la balda de la esquina tienes gominolas.
- ¿Puedo casarme contigo?


Escuché su mítica risa y cerré la puerta del almacén. Hola tranquilidad.


Las nueve. Kate te estaba cambiando mientras las palabras chocaban contra su paladar sin permitirla respirar. Matt, Kate y Matt.


Las diez. Una hora más. Había mirado por última vez mi móvil para después ponerle en silencio y esconderle en el bolsillo del pantalón. Los nervios comenzaban a recorrer mis brazos, de norte a sur, provocando un torbellino de emociones, sintiendo el temblor en las puntas de mis dedos. Llegó la hora de hacerle frente y disfrutar. Llegó la hora de desconectar y sentir un poco de libertad. Agarré con fuerza el mástil de mi guitarra y sonreí sinceramente mientras me internaba en mi lugar.


Minutos, segundos, sonrisas y emociones indescriptibles protegieron la noche. Apenas cuatro canciones habían sido escuchadas y ya podía sentir la euforia en mi ser. Kate no paraba de sacarme una sonrisa siempre que podía y Mike y Bartney eran una pared a la que me podría agarrar si tenía miedo, si fallaba mi mente.


Comenzaron a sonar los primeros acordes de la que sería una canción especial. El silencio se vio sorprendido por la estructura de 'Wish you were here'. Los escalofríos eran incontrolables y los recuerdos sobrevolaban el cielo fugazmente mientras leves sonrisas que en su interior escondían miedos y realidades se dibujaban en mi cara. El tiempo pasaba.


And I remember all those crazy things you said,
you let them running through my head.
You’re always there, you’re everywhere,
but right know I wish you were here.


Noté como vibraba el móvil en el bolsillo mientras continuaba sumida en algo inexplicable.


Damn, damn, damn.
What I’d do to have you here, here, here.
I wish you were here.
Damn, Damn, Damn,
What I’d do to have you near, near, near.
I wish you were here.


Volví a notar algo en mi bolsillo y mis ojos fijaron la vista en la esquina cercana a la barra del bar, buscando algo. Fue instinto. Era como el necesitar algo día sí y día también para sonreír permanentemente y que en ese momento lo necesites porque cada palabra que salía de mi boca necesitaba ser escuchada, cada sonido era un recuerdo. 


Por un momento creí perder la noción, el ritmo de mis latidos, el sentido. Una simple sonrisa hizo que sólo escuchase mi arrítmico corazón. Parecía que había conseguido leer mi mente y aparecer en esa precisa noche, en ese preciso momento. Sus ojos ganaron a los míos sin quererlo y por un momento quise dejar todo e ir hacia esa esquina sin importar lo que quedaba atrás pero tenía que seguir disfrutando mientras el tiempo corría por las paredes.
Felicidad, relajación, entusiasmo, inquietud, las ganas, los sentimientos se agrupaban formando un nudo en mi estómago. Apenas encontraba el momento de respirar e intentar sentar la cabeza porque había vuelto a sentir ese momento extremo en el que todo te parece superior para crear una satisfacción rebosante que aparecía en contadas ocasiones, para mí, cuando hago realidad algo que de verdad me importaba, cuando consigo metas que parecían imposibles, cuando llevo a cabo lo que más me gusta, cuando sé que he hecho bien las cosas.

Toda despedida era mínima, quería más, lo había dado todo y varios cruces de miradas hicieron que la fuerza creciese a cada segundo. Barney y Mike comenzaron a decir cosas que eran imposibles de agradecer mientras Kate asentía y sonreía intentando dar alguna opinión que no hubiese sido expuesta ya. Fui al almacén mientras dejaba atrás a un grupo de tres personas, demasiado importantes, hablando con varios clientes sobre la actuación. Saqué el móvil del bolsillo para poder ver cual había sido el motivo que me había hecho volver al mundo real cada vez que me interrumpía. Abrí la puerta del almacén para después cerrarla mientras leía los dos mensajes que representaban al motivo. Inconscientemente sonreí.


‘Me gustan tus sonrisas inconscientes’.


‘Sólo tienes que fijar esos ojos al frente, no hay nada que desear ni que podrías hacer.’

     ( http://www.youtube.com/watch?v=VT1-sitWRtY&ob=av3e )


Levanté la mirada y me encontré con él. Estaba cruzado de brazos mientras sonreía y me observaba de una manera intimidante. No lo dudé dos veces y fui hacia él para encontrar alguna respuesta sin tener que mover los labios, sin tener que dejar que el aire se colase entre ellos. Me aferré a él mientras notaba su respiración contra mi pelo y rodeaba mi cuerpo con sus brazos.


- Eres genial.


Cerré con fuerza mis párpados y respiré profundamente dejando que el aire ocupase cada rincón libre en mis pulmones, dejando que su esencia librase una batalla contra mi salud. Noté sus labios en mi frente y sonreí.


- Creo que va a ser imposible admitir la derrota de las sonrisas después de todo esto.
- Yo creo que me empieza a gustar eso de marginarme en esquinas.- Dijo riendo.


Volví a hundir mi cabeza en su pecho mientras Dougie se limitaba a acariciar mi pelo y sonreír.


- Pensé que no vendrías y que no sabrías nada.
- Yo lo sé todo pecosa.


Suspiré y achiné los ojos mientras él observaba la escena poniendo una cara un tanto rara. Sonreí y di un pequeño beso en la comisura de sus labios.


- Creo que te has equivocado de lugar.
- Pues yo creo que no.
- Me matas.
- Bien.


Dougie me ayudó a arropar a la pequeña Soul en su funda y cogí el bolso mientras Doug se ponía su chaqueta.


- Ven, vamos a hablar con los directores de tu éxito.


Cogió la guitarra y con su mano libre agarró la mía con fuerza. Salimos del almacén y fuimos directos hacia Bartney que hablaba animadamente con Mike mientras recogían algunas sillas junto con Kate.


- ¡Hombre, la preciosidad ésta vuelve a aparecer!.- Rodé mis ojos y sonreí imitando a Bartney.
- ¡Eh, eh, eh! Que, como tú has dicho, esa preciosidad es de mi posesión.- Gritó Kate.
- Yo me quedo con su voz y su guitarra, paso de discutir.- Dijo Mike.

Dougie y yo observábamos la escena un tanto exhaustos y éste comenzó a reír viendo como Kate se iba acercando más a Bartney, gritando con más fuerza a cada frase. Solté la mano de Dougie para unirme a la disputa que mantenían las dos cabezas locas dejando a Mike atrás dando un abrazo a Doug.


- ¿Pero de qué vais?.- Dije intentando sonar seria.
- Tú eres mía.- Dijo Kate.
- ¡Qué no, Kate!.- Gritó Bartney.
- ¡Cantia es mía y punto!.- Dije subiéndome las mangas de la camisa que llevaba.
- Tranquilidad, te espero en la puerta de atrás. Te voy a matar sin vergüenza.


El último comentario de Bartney hizo que a Kate y a mí nos costase esa cosa tan simple como respirar. Bartney se unió a nosotras mientras Kate y yo nos mirábamos haciendo gestos sin poder articular palabra.


- Sois de lo que no hay.- Dijo Mike desde la barra.


Una vez que un poco más de euforia se escapase entre cada carcajada, fuimos hacia la barra mientras Bartney sacaba una caja de cervezas.


- Por favor, cervezas no.
- Bartney, joder, ya sabes lo que le pasa a Kate con las cervezas, que pierde la cuenta y luego se pone a llorar.- Dije con tristeza.- Y a mí me vais a hacer alcohólica.
- Ya. Parece que me queréis crear una paranoia para que después me suicide.- Dijo mientras se apoyaba en mi hombro y yo la ‘consolaba’.
- Dais miedo.- Dijo Dougie.


Lo de Kate y yo era una cosa indefinible, capaz de explicar. Volvimos a las andadas de antes y esta vez se le escapó alguna lágrima a Kate.


- Esto de reír tanto no es bueno.- Dijo recuperando el aliento.
- Dicen que quemas calorías.- Dije asintiendo con la cabeza.


Después de un par de cervezas, que por parte de algunos fueron cuatro, Dougie y yo nos despedimos y fuimos hacia donde él quiso. Se puede decir que la noche era una de las mejores que podías encontrar en pleno mayo londinense. El viento de la tarde había amainado y era un simple murmullo. El cielo no estaba tan encapotado por las tradicionales nubes amenazantes y se palpaba en el ambiente que la luna llena estaría escondida en algún lugar del cielo. 

Comenzamos a andar por la calle, sin prisa, mientras escasos coches pasaban por la infinita carretera. 


- Doug, ¿qué hora es?
- Espera.- Dijo mientras buscaba en algún lado su móvil.- Media noche y media pasadas.
- ¿Y qué se supone que vamos a hacer?.- Dije mirando a sus ojos.
- Ya se verá.- Dijo sonriendo.


                                                        **

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Noviembre.

Buenas noches a todas las lectores de esta historia. No, en serio, siento muchísimo tardar tanto tiempo en subir capítulo pero no sé, me encuentro con que la musa de mi inspiración viene fugazmente y se va sin darme margen a escribir nada. Lo siento y muchas gracias por esperar y seguir leyendo cada capítulo.
Me he dado cuenta, de que algunos tópicos principales de la historia no han salido como yo esperaba desde un principio. Esta historia salió sobre la marcha y con un principio un tanto atropellado. Hay partes de la historia que tal y como están escritas no son como realmente querían ser plasmadas ya que en mi cabeza las pautas eran muy distintas. También puedo añadir, que con el paso de los días, hoy hace cuatro meses y un día que comencé con esto, me he podido dar cuenta de que la manera de escribir a ido creciendo, es decir, se ha hecho más adulta con el paso de los capítulos. Sé que podría haber dado mucho más de sí a estos dieciocho capítulos y hacerlos, algunos más que otros, un poquito mejor, no sé, dar más de mí porque escribir es una de mis pasiones y disfrutar y hacer disfrutar creando estos mundos también. Con esto quiero decir que veo el punto de dejar la historia y comenzar una nueva. Si desarrollaría este punto, la historia sería igual que esta pero modificando sus patrones y creando algo mucho mejor, es decir, no cambiaría absolutamente nada a los personajes ni la trama, solamente intentaría dar un mejor comienzo y desarrollo a esta historia. Me encantaría que me comunicaseis vuestra opinión, ya sea por comentarios, tuits o por Tuenti y vuestras aportaciones porque lo único que quiero hacer es sentirme mejor, dar todo lo que sé y haceros disfrutar más.
Muchísimas gracias por todo vuestro tiempo. Se os quiere.

domingo, 23 de octubre de 2011

Capítulo XVIII

    Espero que os guste. Gracias por leer.


                                                  **


Separó nuestros labios sin prisa, aún con una tímida sonrisa en su cara. 


- Cantia, no podía esperar más. Puedes irte sin dar explicación, llamarme gilipollas o pegarme, te entenderé porque razones tienes.


Miraba fijamente a sus ojos. Esos ojos que expresaban confusión y miedo. Se tocaba torpemente su nuca mientras que su otra mano estaba enlazada con la mía. Torpes salían las palabras de su boca, queriendo decir todo sin decir nada. Observaba su expresión con una pícara sonrisa dibujada en mi cara. Contradiciéndole con la mirada. Diciéndole que para mí, no había sido un error. 

Acorté despacio la distancia hasta que pude tener sus labios a escasos milímetros. Dirigí la mirada hacia sus ojos que se clavaban en los míos y besé su comisura. Simple pero cierto. Junté nuestras frentes y rocé mi nariz con la suya.


- Espero que con esto quede claro.
- Espera.


Noté como mordía débilmente mi labio inferior y sonreía ampliamente.


- Por reírte de mí.
- Tonto.
- Será nuestro callejón. 


Reí y entrelacé nuestros dedos mientras conducía a Doug hasta la salida de aquel mágico callejón. Le miré con una pequeña sonrisa y pude ver un brillo especial en sus ojos. Seguía teniendo miedo pero iba a dar todo lo mejor de mí. No quería salir perdiendo.


- Nos vamos dentro de tres días.
- Ya… ¿cuándo volvéis?
- Pues supongo que el nueve estemos aquí ya.
- Todavía quedan tres días.- Dije riendo.
- Exacto, así que… vamos a cenar.
- ¿Qué? Dougie, deben de ser las once pasadas y además, ya cené.
- Pues vuelves a cenar.
- Estás loco.- Dije riendo.
-Mira, vamos a cenar una hamburguesa caliente, llena de mierdas pero caliente.
- Que apetecible…
- Sí, ya lo sabía. Bueno, que vas a cenar conmigo y que me da igual lo que digas porque una hamburguesa a estas horas sienta muy bien.
- Vale.
- ¿No vas a decir nada? 
- Sí, quiero cenar me ha entrado hambre.


Las once y media de la noche y aún seguía estudiando los apuntes de Kate. Hacía tiempo que se había quedado dormida, esclavizando a Luna, en el sofá con las gafas puestas y su libro en la mano. Kate había venido a mi casa, como de costumbre, para estudiar en terapia de grupo. Dentro de tres días teníamos el segundo examen causante de mi estrés. Dougie y los chicos había salido hacía dos días. Hoy daban su segundo concierto.


Estaba en la cocina preparando un café para poder aguantar unas horas más cuando comenzó a sonar el teléfono.


- ¿Si?.- Dije mientras bostezaba.
- Siento haberte despertado.
- Doug, no, estaba en la cocina. ¿Qué tal el concierto?- Dije mientras me apoyaba en la encimera.
- Genial, en serio, impresionante.- Se notaba la excitación en su voz.- En fin, sin palabras, como siempre.
- Putos exámenes. Tenía que haber ido.
- Eh, ¿qué tal llevas la universidad?
- Pues estoy reventada, lo de siempre en esta época.
- Joder… en dos días vuelvo.
- Sí. Tú disfruta hombre, que la que estudia aquí soy yo.-Dije riendo.
- Por ese motivo te dejo de molestar. Tendrías que dormir Cantia.
- Eso digo yo de ti que eres el que no ha parado quieto en toda la noche.
- Es lo que voy a hacer en cuento deje de hablar contigo.- Rió.- Mañana te llamo pequeña.
- Vale, espero no haberme suicidado antes.
- Que exagerada eres joder.
- Gracias, yo también te odio.
- Eso me gusta más. Descansa y no te deseo suerte porque soy gafe.
- Eres más bobo. Me voy yo también a dormir. Que descanses grandullón.


Había llegado hacía escasamente media hora a casa después de haber estado con Mike probando una acústica nueva. Acababa de salir del baño cuando vi que en el suelo de la entrada había un papel. 


‘Buenos días.’


Abrí la puerta y miré hacia las esquinas pero no vi a nadie. Salí al pasillo y vi como Dougie me sonreía desde una esquina. Fui apresuradamente hacia él y le abracé por todos esos días en su ausencia. Necesitaba reconfortarme en él. Necesitaba sentir un pequeño apoyo y desconectar de toda esa presión de los días anteriores. Me separé de él y sonreí mientras Dougie acariciaba mi mejilla.


- Buenos días preciosa.
- Buenos días.- Dije sonriendo.


Di un suave beso en sus labios y fuimos dentro.


- ¿A qué hora habéis llegado?.
- Pues hace una pasada media hora…
- Dougie, ¿tú eso de pensar muy poco, verdad?
- Te quería ver.- Dijo riendo.
- Ya, pero tendrías que haberte quedado y haber dormido algo Dougie… Tienes que estar cansado.
- Pues ya lo dormiré esta noche.- Dijo acercando su rostro al mío.
- Será antes.- Dije acercándome a él.
- ¿Por qué?.
- Porque mientras yo esté estudiando, tú vas a dormir.
- ¿Y si no quiero?
- Pues te obligo.- Dije susurrando mientras sonreía en sus labios.
- ¿Cómo?
- No lo sé.


Me mordí el labio inferior y me levanté hacia la cocina. Pude oír como Dougie suspiraba en el salón. Cogí un paquete de patatas y otro de gominotas y volví.


- Traigo aperitivos.
- Los aperitivos que yo quería me han dejado con las ganas.
- No sé de que me estás hablando.- Dije mientras me sentaba en el sofá y encendía la televisión.
- Seguro que no.
- No, yo soy buena.
- ¿Gominolas?
- Sí, me encantan las gominotas.
- Infantil…
- Idiota.
- Boba.
- Retrasado.
- No se qué.
- No se qué dos.
- Pecas.
- No me hables.
- Si no te hablo puedo hacer otras cosas.
- Anda y que te den.


Rió y puso un documental sobre la vida submarina.


- Bien, vamos a ver un documental y lo digo sin ironía.
- Vas a aprender cosas nuevas sobre La Sirenita y Ariel.
- No quiero aprender más, ya he aprendido demasiado estos últimos días.
- Es verdad, ¿mañana tienes el examen?
- Si… paso de pensarlo hasta dentro de tres horas. Joder, se me hace raro que me preguntes eso.- Reí.
- Pues vete acostumbrándote.


Estuvimos en el sofá viendo aquel entrañable, por así decirlo, documental entre risas, tonterías y más tonterías. Dougie me ayudó a preparar la comida y después le obligué a que se echase una siesta. Tenía que estar muy cansado.


Estuve estudiando durante dos horas, pasaba de seguir comiéndome la cabeza sin necesidad. Fui a por la acústica y me senté en el sofá. Estuve tocando tonterías, simplemente para evadirme de la realidad. En la música siempre encontraba una salida a cualquier momento que desearía. Necesitaba encontrar un poco de paz. Tarareé palabras sin sentido, inaudibles pero comprensibles, descargando mi agobio en silencio. 


Eran las seis de la tarde y el día comenzaba a caer. Subí las escaleras sigilosamente dejando en el sofá a una Luna mansa y serena. Caminé sin hacer ruido hasta mi habitación y vi como Dougie dormía tranquilamente. Me tumbé en la cama mirando fijamente los ojos cerrados de Dougie. Su semblante era serio lo que me hizo sonreír levemente. Dougie entreabrió uno de sus ojos e hizo un intento de sonreír pero estaba demasiado adormilado.


- Buenos días princesa.- Dije riendo.
- ¿Qué hora es?- Dijo bostezando.
- Pues las seis y seis exactamente.
- Joder…
- Puedes seguir durmiendo si quieres.
- Prefiero estar contigo.
- Te has lucido.
- Anda, cállate.


Se acercó a mí juntando nuestros labios sin que apenas pudiese reaccionar.


- Traidor.
- Te la debía y no será el último.- Dijo sonriendo.
- Traidor.
- Pero me quieres.


Le saqué la lengua y escondí mi cabeza en su pecho. Dougie estuvo pasando pequeños mechones de mi pelo tras mi oreja.


- Mañana lunes, joder.
- Comienza la semana.- Dijo riendo.
- Tengo planeado hacer algo…
- Ya me dirás tú el qué.
- Pues no se como pero quiero contactar con George y que se vuelvan a juntar los tres.
- Sería genial, en serio.
- Ya lo pensaré cuando no tenga la cabeza tan ocupada. Necesito aburrirme, en serio, odio el estrés este.
- Me lo vas a acabar pegando.
- Se te caerá el pelo.
- No piensas.
- Ya, lo sabía pero que sepas que tú tampoco, además, soy feliz no pensando.
- Pues ya somos dos.


Dougie besó levemente mi nariz mientras yo sonreía y acerqué mis labios a los suyos. Ahora iba a dejar que el cerebro actuase, iba a disfrutar del momento. Sentirle cerca, lo echaba de menos. Sentí el calor de sus labios, el temor de su lengua y el olvidado escalofrío en mí. Dougie mordió levemente mi lengua y sonreí sin piedad.


- Buenas tardes princesa.- Susurró en mis labios.


                                                  **