domingo, 23 de octubre de 2011

Capítulo XVIII

    Espero que os guste. Gracias por leer.


                                                  **


Separó nuestros labios sin prisa, aún con una tímida sonrisa en su cara. 


- Cantia, no podía esperar más. Puedes irte sin dar explicación, llamarme gilipollas o pegarme, te entenderé porque razones tienes.


Miraba fijamente a sus ojos. Esos ojos que expresaban confusión y miedo. Se tocaba torpemente su nuca mientras que su otra mano estaba enlazada con la mía. Torpes salían las palabras de su boca, queriendo decir todo sin decir nada. Observaba su expresión con una pícara sonrisa dibujada en mi cara. Contradiciéndole con la mirada. Diciéndole que para mí, no había sido un error. 

Acorté despacio la distancia hasta que pude tener sus labios a escasos milímetros. Dirigí la mirada hacia sus ojos que se clavaban en los míos y besé su comisura. Simple pero cierto. Junté nuestras frentes y rocé mi nariz con la suya.


- Espero que con esto quede claro.
- Espera.


Noté como mordía débilmente mi labio inferior y sonreía ampliamente.


- Por reírte de mí.
- Tonto.
- Será nuestro callejón. 


Reí y entrelacé nuestros dedos mientras conducía a Doug hasta la salida de aquel mágico callejón. Le miré con una pequeña sonrisa y pude ver un brillo especial en sus ojos. Seguía teniendo miedo pero iba a dar todo lo mejor de mí. No quería salir perdiendo.


- Nos vamos dentro de tres días.
- Ya… ¿cuándo volvéis?
- Pues supongo que el nueve estemos aquí ya.
- Todavía quedan tres días.- Dije riendo.
- Exacto, así que… vamos a cenar.
- ¿Qué? Dougie, deben de ser las once pasadas y además, ya cené.
- Pues vuelves a cenar.
- Estás loco.- Dije riendo.
-Mira, vamos a cenar una hamburguesa caliente, llena de mierdas pero caliente.
- Que apetecible…
- Sí, ya lo sabía. Bueno, que vas a cenar conmigo y que me da igual lo que digas porque una hamburguesa a estas horas sienta muy bien.
- Vale.
- ¿No vas a decir nada? 
- Sí, quiero cenar me ha entrado hambre.


Las once y media de la noche y aún seguía estudiando los apuntes de Kate. Hacía tiempo que se había quedado dormida, esclavizando a Luna, en el sofá con las gafas puestas y su libro en la mano. Kate había venido a mi casa, como de costumbre, para estudiar en terapia de grupo. Dentro de tres días teníamos el segundo examen causante de mi estrés. Dougie y los chicos había salido hacía dos días. Hoy daban su segundo concierto.


Estaba en la cocina preparando un café para poder aguantar unas horas más cuando comenzó a sonar el teléfono.


- ¿Si?.- Dije mientras bostezaba.
- Siento haberte despertado.
- Doug, no, estaba en la cocina. ¿Qué tal el concierto?- Dije mientras me apoyaba en la encimera.
- Genial, en serio, impresionante.- Se notaba la excitación en su voz.- En fin, sin palabras, como siempre.
- Putos exámenes. Tenía que haber ido.
- Eh, ¿qué tal llevas la universidad?
- Pues estoy reventada, lo de siempre en esta época.
- Joder… en dos días vuelvo.
- Sí. Tú disfruta hombre, que la que estudia aquí soy yo.-Dije riendo.
- Por ese motivo te dejo de molestar. Tendrías que dormir Cantia.
- Eso digo yo de ti que eres el que no ha parado quieto en toda la noche.
- Es lo que voy a hacer en cuento deje de hablar contigo.- Rió.- Mañana te llamo pequeña.
- Vale, espero no haberme suicidado antes.
- Que exagerada eres joder.
- Gracias, yo también te odio.
- Eso me gusta más. Descansa y no te deseo suerte porque soy gafe.
- Eres más bobo. Me voy yo también a dormir. Que descanses grandullón.


Había llegado hacía escasamente media hora a casa después de haber estado con Mike probando una acústica nueva. Acababa de salir del baño cuando vi que en el suelo de la entrada había un papel. 


‘Buenos días.’


Abrí la puerta y miré hacia las esquinas pero no vi a nadie. Salí al pasillo y vi como Dougie me sonreía desde una esquina. Fui apresuradamente hacia él y le abracé por todos esos días en su ausencia. Necesitaba reconfortarme en él. Necesitaba sentir un pequeño apoyo y desconectar de toda esa presión de los días anteriores. Me separé de él y sonreí mientras Dougie acariciaba mi mejilla.


- Buenos días preciosa.
- Buenos días.- Dije sonriendo.


Di un suave beso en sus labios y fuimos dentro.


- ¿A qué hora habéis llegado?.
- Pues hace una pasada media hora…
- Dougie, ¿tú eso de pensar muy poco, verdad?
- Te quería ver.- Dijo riendo.
- Ya, pero tendrías que haberte quedado y haber dormido algo Dougie… Tienes que estar cansado.
- Pues ya lo dormiré esta noche.- Dijo acercando su rostro al mío.
- Será antes.- Dije acercándome a él.
- ¿Por qué?.
- Porque mientras yo esté estudiando, tú vas a dormir.
- ¿Y si no quiero?
- Pues te obligo.- Dije susurrando mientras sonreía en sus labios.
- ¿Cómo?
- No lo sé.


Me mordí el labio inferior y me levanté hacia la cocina. Pude oír como Dougie suspiraba en el salón. Cogí un paquete de patatas y otro de gominotas y volví.


- Traigo aperitivos.
- Los aperitivos que yo quería me han dejado con las ganas.
- No sé de que me estás hablando.- Dije mientras me sentaba en el sofá y encendía la televisión.
- Seguro que no.
- No, yo soy buena.
- ¿Gominolas?
- Sí, me encantan las gominotas.
- Infantil…
- Idiota.
- Boba.
- Retrasado.
- No se qué.
- No se qué dos.
- Pecas.
- No me hables.
- Si no te hablo puedo hacer otras cosas.
- Anda y que te den.


Rió y puso un documental sobre la vida submarina.


- Bien, vamos a ver un documental y lo digo sin ironía.
- Vas a aprender cosas nuevas sobre La Sirenita y Ariel.
- No quiero aprender más, ya he aprendido demasiado estos últimos días.
- Es verdad, ¿mañana tienes el examen?
- Si… paso de pensarlo hasta dentro de tres horas. Joder, se me hace raro que me preguntes eso.- Reí.
- Pues vete acostumbrándote.


Estuvimos en el sofá viendo aquel entrañable, por así decirlo, documental entre risas, tonterías y más tonterías. Dougie me ayudó a preparar la comida y después le obligué a que se echase una siesta. Tenía que estar muy cansado.


Estuve estudiando durante dos horas, pasaba de seguir comiéndome la cabeza sin necesidad. Fui a por la acústica y me senté en el sofá. Estuve tocando tonterías, simplemente para evadirme de la realidad. En la música siempre encontraba una salida a cualquier momento que desearía. Necesitaba encontrar un poco de paz. Tarareé palabras sin sentido, inaudibles pero comprensibles, descargando mi agobio en silencio. 


Eran las seis de la tarde y el día comenzaba a caer. Subí las escaleras sigilosamente dejando en el sofá a una Luna mansa y serena. Caminé sin hacer ruido hasta mi habitación y vi como Dougie dormía tranquilamente. Me tumbé en la cama mirando fijamente los ojos cerrados de Dougie. Su semblante era serio lo que me hizo sonreír levemente. Dougie entreabrió uno de sus ojos e hizo un intento de sonreír pero estaba demasiado adormilado.


- Buenos días princesa.- Dije riendo.
- ¿Qué hora es?- Dijo bostezando.
- Pues las seis y seis exactamente.
- Joder…
- Puedes seguir durmiendo si quieres.
- Prefiero estar contigo.
- Te has lucido.
- Anda, cállate.


Se acercó a mí juntando nuestros labios sin que apenas pudiese reaccionar.


- Traidor.
- Te la debía y no será el último.- Dijo sonriendo.
- Traidor.
- Pero me quieres.


Le saqué la lengua y escondí mi cabeza en su pecho. Dougie estuvo pasando pequeños mechones de mi pelo tras mi oreja.


- Mañana lunes, joder.
- Comienza la semana.- Dijo riendo.
- Tengo planeado hacer algo…
- Ya me dirás tú el qué.
- Pues no se como pero quiero contactar con George y que se vuelvan a juntar los tres.
- Sería genial, en serio.
- Ya lo pensaré cuando no tenga la cabeza tan ocupada. Necesito aburrirme, en serio, odio el estrés este.
- Me lo vas a acabar pegando.
- Se te caerá el pelo.
- No piensas.
- Ya, lo sabía pero que sepas que tú tampoco, además, soy feliz no pensando.
- Pues ya somos dos.


Dougie besó levemente mi nariz mientras yo sonreía y acerqué mis labios a los suyos. Ahora iba a dejar que el cerebro actuase, iba a disfrutar del momento. Sentirle cerca, lo echaba de menos. Sentí el calor de sus labios, el temor de su lengua y el olvidado escalofrío en mí. Dougie mordió levemente mi lengua y sonreí sin piedad.


- Buenas tardes princesa.- Susurró en mis labios.


                                                  **

domingo, 9 de octubre de 2011

Capítulo XVII

          
          La historia continúa aquí. Subiré cada viernes o fin de semana, ya sabéis, trabajos. Espero que os guste y como siempre, gracias. Para ti, Celia.


                                               **


         El miércoles fue caótico y en la amena comida que compartí con Mike pude encontrar algo de paz. Parecía que el Sol había vuelto a aparecer por Londres aunque la temperatura era una antítesis total. La mañana en la universidad se me hizo eterna y se respiraba un ambiente demasiado tenso en las clases, además, el centro de Londres estaba en obras y llegué al bar donde había quedado con Mike veinte minutos tarde. Consiguió sacarme de mis más pesimistas pensamientos y estuvimos hablando sobre un disco que me había encargado y que seguramente me encantaría pero me sorprendió por completo un dato demasiado extraño. Bartney y él eran íntimos.


- A sí que conoces al viejo Bartney, ¿eh?.- Dijo mientras daba un último trago a su cerveza.
- ¿Bartney? ¿Qué Bartney?.- Dije extrañada.
- Creo que tiene un bar al que vas todos los viernes, solamente creo…
- ¡Ah! Bartney… sí, yo también creo que sí conozco a ese viejo guitarrista.- Dije sonriendo.
- Somos grandes amigos y me ha hablado varias veces de tu potencial como música. No hacía falta que me lo dijese, trasmites algo que me hizo conocerte sin apenas saludarte Cantia. 
- ¿Y de qué os conocéis?
- No cambies de tema, sabes que es así aunque esa cabeza no quiera digerir tus virtudes, te las pienso seguir diciendo y ay ves, no soy el único que las comparte.
- Joder Mike, parecéis mi padre.
- Londinenses, aclaro. Bueno, ahora contestaré a tu pregunta. Cuando éramos jóvenes decidimos crear una banda él, el difunto Jason, George y yo. Esa época no fue una gran amiga para eso de vivir y no dejarse influenciar, teníamos apenas veinte años y las drogas comenzaron a llegar a Reino Unido. Jason murió hace doce años por una sobredosis y desde aquello el grupo se separó. Hace tiempo que no sabemos nada de George y únicamente mantenemos el contacto Bartney y yo.
- No tenía ni idea, de verdad que lo siento…- Dije comprendiendo cada palabra que salía de esa boca.
- Ya ves, la vida da muchas vueltas y cuando menos te lo esperas, te sorprende. Ahora tenemos cincuenta y seis años y las cosas han cambiado, Bartney y yo seguimos quedando de vez en cuando para recordar viejos tiempos y aprovechamos para mezclar el sonido de nuestras guitarras mientras recordamos el sonido, ya antaño, del bajo de Jasse y la magnífica fuerza puesta en cada ritmo por George. Se echa de menos eso de poder hacer disfrutar a corazones salvajes, amantes del rock. 
- Me encanta escuchar tus historias viejo rompecorazones.
- Y a mí poder contártelas pequeña.- Dijo riendo.- No éramos demasiado famosos. Nuestras fronteras no pasaban de Manchester y solíamos tocar en pequeños pub y locales de la zona pero para nosotras era poder compartir nuestros dones, lo que verdaderamente nos importaba. Era totalmente increíble y de la noche a la mañana, el sueño se esfuma y ya no compartes los cigarros con el loco de George… me gustaría saber donde anda o que ha sido de aquella loca pena andante.- Dijo sonriendo levemente.
- Seguro que lo harás. Eras Mike, eres un dios así que, tú no tienes obstáculos.
- Eres un alma loca.
- Se hace lo que se puede.


Aquella conversación me hizo ver demasiadas cosas que antes no me importaban demasiado. Si tienes algo, lo tienes que aprovechar, compartirlo con la gente. Hacerles disfrutar y disfrutar tú con ellos. Esa era la llave clave para ser feliz.


Después de comer fuimos hasta la casa de Bartney. Después de un años en esta ciudad y no sabía donde vivía mi gran confidente y compañero de penas. Había sido un gran apoyo junto con Kate para superar los motivos de mi penosa tristeza durante tres meses pero me hicieron darme cuenta y ver con otros ojos que él no merecía mis lágrimas, que él algún día recibiría su merecido y que, ante todo, el estaría en lo más bajo cuando yo sería feliz. 


Estuvieron compartiendo viejos recuerdos conmigo y tras unas cuantas cervezas y cigarros por su parte, se animaron y compartieron una fuerte pero a la vez dulce melodía que jamás había oído nadie, una de las tantas penas plasmadas por aquellos dos corazones solitarios que ya habían tragado demasiados problemas. Estuve cantando con ellos varias canciones de The Beatles y Oasis y en un momento me dio el punto y me arranqué con una antigua canción de Revolver, el grupo favorito de mi madre.

- La melodía es preciosa pero no me he enterado de nada…- Dijo Bartney riendo.
- ¡Qué mas da! Lo que importa es la cantante.- Dijo Mike guiñando un ojo.
- Sois tal para cual.
- Ya lo sabíamos.- Dijeron los dos a la vez mientras se daban un abrazo un tanto gracioso.
- Ei, Bartney, ¿qué grupo va este viernes al bar?
- Pues me enviaron una maqueta de tres canciones un grupo joven del oeste del país y por lo que parece son rock.
- Genial, hacía tiempo que no se llenaba el bar de almas perdidas.- Dije riendo.
- Menos mal que te entiendo…
- Sí, a veces me sorprendo a mí misma.


Cuando llegué a casa eran las siete de la tarde y lo primero que tenía que hacer era ocuparme de Luna. La calle la reclamaba desde las tres de la tarde. El clima era fresco y deje que despejase mis abrumadores pensamientos que no venían a cuento. Dimos un largo paseo por las silenciosas calles de la zona y mi móvil sonó dos veces. La primera era de Silvia. Siempre que llamaba hablábamos de todo y nada a la vez. Teníamos una serie conexión que pocas personas podrían entender. Echaba de menos poder hablar con una simple mirada y que ella la entendiese. A veces las palabras cansan y necesitas otra manera de pedir ayuda cuando lo necesitas. La segunda era de mi madre. Estuve hablando con ella hasta las ocho y me tuve que despedir de ellos porque las tareas me reclamaban. 


Pude relajarme una vez acabé de sumergirme en un mar de dudas, procesos y conocimientos. Era demasiado tarde. Las once. Pensé en Dougie, no sería buena opción llamarle ya que seguramente estaría demasiado cansado. Me preparé una simple ensalada y de postre opté por un trozo de pan con queso. Dormí pocas horas ya que la noche fue demasiado desoladora. Una trágica película de amor adueñó mis ganas de dormir y consiguió que Luna fuese un gran cojín para abrazar mientras las lágrimas y pensamientos salían sin sentido alguno de mi ser. Aproveché para poder ahogar mi pequeño estrés en ellas. La verdad es que encuentro en esa trágica acción una gran salida para poder volver a ser concretamente yo.


El jueves pasó rápido. A Kate lo único que la apetecía era pasar una tarde juntas y eso hicimos. No salimos de casa hasta la caída del Sol. Estuvimos trabajando en varios asuntos de la universidad un tanto complicados y la felicidad se hacía notar en el pequeño apartamento. Después de aquella extraña tarde sobró tiempo para dar paso a la imaginación. Volví a coger las riendas del piano y estuve practicando algunas canciones clásicas haciendo que el tiempo corriese como nunca. Pude dar señales de vida en las redes sociales mientras los cascos hacían su trabajo de no molestar a los vecinos. La música me invadía totalmente de aquel injusto mundo y sin quererlo escribí un pequeño texto un tanto trágico. Necesitaba plasmar esa idea de un joven que ve acabar su vida porque ya ha vivido demasiado como para seguir soportándolo. No podía dejar que estuviese en mi cabeza aquel pequeño fragmento que pedía a gritos ser escrito y guardado sin que nadie conociese de su existencia. La verdad es que siempre se me habían dado bien las letras como las ciencias pero desde pequeña me apetecía caminar por el pequeño y perfecto mundo de las matemáticas pero en el de las letras extraviadas encontraba quizases y pequeñas realidades.


Viernes, deseado viernes. Se olía la libertad en el ambiente y los ánimos eran todo un contraste a lo encontrado los días anteriores en la facultad. Kate me dijo que este viernes tenía que ir una hora antes al bar por lo que no podía acompañarme hasta allí. Esperaba con impaciencia volver a verle. Realmente echaba de menos sus sonrisas, su voz.


Las nueve fueron marcadas por el gracioso grito de ‘Fuck you’ en el reloj del bar. Cuando entré, pude observar como Dougie ya estaba sentado en ‘su taburete’ mientras charlaba con Bartney animadamente. No pude reaccionar ya que Kate salió de Dios sabe donde y me metió al almacén.


- Vale, Cantia, ¿qué hace ahí sentado y hablando con Bartney, Dougie? Porque es Dougie Poynter, ¿no?
- Sí… es que… bueno, que te tengo que contar algo y tal…
- Mira la puta como se lo tenía guardado.
- Anda calla.- Dije riendo.- Pues a ver, le conozco.
- A ver, a ver, vayamos por partes. ¿Cómo qué le conoces?
- Es una larga historia y ahora no hay tiempo para contarla porque los clientes van a comenzar a llegar y te van a reclamar al grito de ‘¡Eh, tú, mueve ese culo y sírveme un Martini’.
- Encima tienes razón. Vale, pero esto no se queda así, sólo dime, ¿sois amigos?
- Algo así.- Dije sonriendo.- Y como ya te habrás imaginado, no vas a decir a nadie esto. Nada de nada.
- No, ya sabes tú que Kate es muy buena y no dice nada.
- En serio, es demasiado personal.
- ¿Eres tonta? Me conoces demasiado bien, recuerda, somos iguales.- Dijo guiñándome uno de sus preciosos ojos azules.
- Que haría yo sin ti.
- Pues ya sabes, tu vida sexual no sería lo mismo.
- Eres una puta guarra.- Dije riendo.
- Eh, pero que conste que tú eres mía y de nadie más, es decir, que no te pienso compartir.
- Egoísta.
- Me pones.


Salimos del almacén y vi como Kate volvía a la barra y atendía a varios clientes. Me acerqué hasta la posición de Dougie que, cerveza en mano, se hallaba observando como el pequeño grupo formado por dos guitarras y un batería comenzaba a ensayar antes de darse a conocer en aquel acogedor local. Saludé a Bartney con una sonrisa y un ligero movimiento de mano mientras me iba acercando hasta Doug. Cogí mi móvil y le escribí un pequeño mensaje.


‘¿Por qué no miras detrás?’


Segundos después Dougie comenzó a escribir una simple contestación que hizo que una sonrisa se instalase en mi cara.


‘Porque ya sé que estás respirando el mismo aire que yo.’


Noté como Dougie cogía mi mano mientras se daba la vuelta y clavaba su mirada en la mía.


- Creo que esta noche toca rock.
- Sí, yo también.


Ambos comenzamos a reír sin fin alguno y pronto vino Bartney para suavizar la situación. Las personas se iban dejando caer por el bar a cuentagotas pero poco a poco comenzó a llenarse y Kate y Bartney ya comenzaban a hablar con miradas y los dos iban compenetrando para llevar a cabo lo que sería la épica noche de los viernes.


- ¿Qué tal estos dos últimos días?.- Dije mientras mi dedo índice dibuja figuras sin sentido en la palma de la mano de Doug.
- Relativamente ha ido bien. La semana que viene ya nos vamos para España y hemos estado hablando sobre algunos posibles cambios en Super City dentro de un tiempo. Ya ves, mue interesante.- Dijo sonriendo.- ¿Y tú? Lo siento de verdad pero no he podido llamarte porque llegaba a casa con Tom demasiado tarde y no quería despertarte.


Esas palabras hicieron que bajase la mirada hacia nuestras manos con una leve sonrisa pintada en mi cara. 


- Mucho estrés y poco tiempo para relajarme. El miércoles fui a comer con Mike y me contó que él y Bartney son íntimos y que tenían un grupo en su época de rompecorazones.- Dije riendo.- El miércoles se puede decir que fue donde pude encontrar un poco de paz después de la mañana caótica que tuve.
- Ya sabes, mañana sábado pequeña.
- Al fin.- Dije riendo.


El grupo era realmente bueno en lo suyo y Dougie no paraba de compartir comentarios conmigo. No separábamos la vista del pequeño escenario montado ese día en concreto y la noche fue, de verdad, una buena descongestión para mi cabeza. 


Terminaron de tocar a eso de las doce menos cuarto, después de unos cuantos bises pedidos por el público. Al final, sacaron la maqueta formada por cinco sencillos y Dougie les compró una. Ese grupo podía salir de la rutina de tocar en un bar cada viernes. Salimos del bar tras despedirnos de Bartney y Kate. Esta se despidió de una manera muy suya. Me dio una palmada en el culo y me susurró un ‘mañana no te libras’. Al salir, la calle se encontraba en un silencio sepulcral y sólo se escuchaba el sonido de algún coche que pasaba por la avenida contigua. 


- Me ha costado encontrar la paz sin tu sonrisa.
- Te he echado de menos.


Dougie me miró y me sonrió mientras caminábamos sin ningún camino en mente. Solamente queríamos disfrutar de la noche y aprovechar de un pequeño descanso. Disfrutar de un poco de libertad. Busqué su mano y entrelacé mis dedos. Realmente encontraba algo inexplicable cuando estaba con él. Seguridad. 


Nos paramos cerca de un callejón contiguo de un restaurante italiano. Dougie me dio un beso en mi frente mientras yo disfrutaba de aquel momento.


- Hoy hace dos semana que te conocí.
- Hoy hace dos semanas que nos conocimos.
- Catorce días.
- Nada más y nada menos.- Sonreí.


Apreté con fuerza su mano y Dougie me encaminó por el oscuro callejón.


- ¿Qué haces? ¿Estás loco?.- Dije riendo.
- Sí, ya lo sabes.


Bajo la tenue luz de la preciosa luna llena, pude aún encontrar esos ojos. No hizo falta decir nada. Revivir aquel momento. Aquella primera vez bajo las pequeñas gotas de lluvia. Pude notar como Dougie rodeaba mi cintura a la vez que yo entrelazaba mis manos tras su cuello. La distancia disminuía en cada segundo. Nuestras miradas seguían aún fijas la una en la otra y cada bocanada de aire era suya. Juntamos nuestras frentes y se podía escuchar como los latidos de mi corazón se volvían cada vez más irregulares. Se podía notar la velocidad en ellos.


- Yo también te he echado de menos.


Esas palabras fueron susurradas demasiado cerca de mis labios. Un escalofrío recorrió todo mi ser. Un escaso milímetro separaba cada frontera. Volví a mirar por última vez a esos ojos que hablaban por si solos para cerrar los míos. Ese momento era nuestro. Sentí sus labios sobre los míos. Sentí su calor interno. Noté su sonrisa tras un suspiro entrecortado y volví a callarla. No era un beso como los demás. Pedía más. Dougie me acercó más a él y mis dedos comenzaron a entrelazarse con su pelo. Entremezclamos nuestros alientos y nuestras lenguas eran compañeras. Un beso con miedo, sin prisa pero a la vez tentador. No había nadie más. Sólo él y yo, nosotros.


                                                       **



sábado, 8 de octubre de 2011

Capítulo XVI

Volví a mirarle a los ojos y sonreía levemente mientras pasaba un mechón de pelo tras mi oreja. Entrelacé los dedos de mi mano libre con los suyos.


- Creo que te toca a ti tocar algo, ¿no?.- Dije riendo.
- Exacto.


Dougie cogió su bajo y me lo pasó mientras quitaba la guitarra de encima de mis piernas.

- Dime tu plan.
- Vale. ¿Te acuerdas de lo que aprendimos el otro día?
- Sí… más o menos.
- Bien, lo repasaremos y después tocaremos algo los dos juntos.
- De acuerdo profesor.
- Joder…- Dijo Dougie mientas retiraba los pequeños mechones que molestaban su frente.


Se puede decir que estuvimos haciendo el tonto hasta las cinco y media tocando canciones sin llegar a acabarlas o simplemente dejando que Dougie inventase letras sin sentido sobre la marcha. El tiempo comenzó a amainar y parecía que la lluvia había dado un momento de tregua. Mientras yo tomaba un vaso de leche caliente, observaba como Dougie practicaba algunas canciones con el bajo.


- Me encanta ver como te equivocas.


Dougie rió y dejó el bajo al lado del sofá mientras yo dejaba la taza encima de la mesa.


- Parece que ya no llueve.- Dijo mientras se tocaba la nuca.
- Sí.- Dije mirando hacia la ventana.- ¿Y si salimos a dar una vuelta? Dios, parece que tenemos quince años y no sabemos que decir.- Reí.
- Cantia, hace frío… Y ya.
- Que mas da.- Dije levantándome del sofá.
- Lo digo por tu bien.
- Que atento eres.- Dije riendo.


Dougie imitó mi risa y le dejé recogiendo el bajo mientras subía a por su chaqueta y camiseta. Cuando bajé, Dougie estaba apoyado en el sofá con mi camiseta en su mano.


- Ahora tengo dos cazadoras.
- Que bobo eres.


Le di su camiseta y dejé su cazadora encima de la mesa. Me puse la mía y cogí el bolso de encima de la encimera. Ví como Dougie se despedía, por así llamarlo, de Luna y abrí la puerta. 


El viento azotaba las calles y el frío se hizo notar. Las nubes corrían demasiado deprisa en el oscuro cielo y aguardaban la lluvia en su poder. Acompañé a Doug hasta el coche para dejar el bajo y fuimos caminando hasta el bar de Bartney. Eran las seis de la tarde y no quedaba mucho del anochecer. Las farolas comenzaron a encenderse y el tráfico aumentaba minuto a minuto indicando que el centro estaba cerca. Pasamos cerca de un pequeño parque público lleno de niños jugando con sus paraguas en los charcos mientras sus madres les reñían. Tiré del brazo de Dougie e hice que comenzásemos a andar campo a través. No tenía demasiadas ganas de rodear el parque. 


- En estos momentos echo de menos mis cantiuscas.- Dije mientras escondía mi barbilla en el cuello de la cazadora.
- Cantiusca.- Dijo riéndose.- Cantia. Sí, cierta relación.
- No me hables.


Comencé a caminar deprisa intentando ocultar una sonrisa en mi cara pero me paré en seco. Buena suerte.


- ¿Qué pasa?.- Dijo Dougie mientras levantaba mi rostro.


Conseguí fijar nuestras miradas y empecé a reír. Levanté mi pierna derecha enseñándole la sorpresa que había encontrado. Ambas risas se fundieron mientras volvíamos a caminar mientras yo arrastraba mi pie en la hierba.


- No era buena idea y las cantiuscas hubiesen estado bien.
- Encima de que lo he hecho para no andar más.
- Te ha salido mal, otra vez, el plan.- Dijo sonriendo.
- Ya ves…


Pronto llegamos al bar y me acerqué a la barra esperando a que Bartney saliese del almacén. Había varios clientes hablando animadamente pero tampoco había demasiado ambiente. Bartney había puesto dejado su disco favorito de Vinilo. Épico. Abbey Road.


- El viernes venimos.
- Sí, te camuflo y venimos.- Dije negando con la cabeza.- Esto los viernes se peta.
- Mejor, Voy a venir contigo o sin ti.- Dijo sonriendo pícaramente.
- Pues te veré por aquí el viernes. Mira, ese taburete de ahí es el mío.
- Vale, ¿ves ese de ahí?.- Dijo señalando uno contiguo.- Ese es el mío.


Le miré amenazantes y rápidamente grité el nombre secreto de Bartney. Lo que era el nombre secreto no lo sabía pero cuando tardaba demasiado en salir, lo llamaba con la primera palabra que me venía a la cabeza.


- Mi vida, sal de la madriguera.
- ¿Cantia?.- Dijo extrañado Doug.
- Que yo estoy muy loca, ¿eh?


Bartney salió de la barra dándome un… ¿abrazo? Vale, no, más bien era una manera de morir oprimidamente. Presenté seriamente al señor Poynter y después se puede decir que me marginaron hablando de grupos musicales. Era increíble la compenetración que se podía ver en sus palabras. Bartney me intentó vender con su guitarra. Se creía que les iba a dejar tranquilos. Dejé la guitarra posada en mis piernas y me conecté al Wi-Fi del bar.


- Como aprovechas. A buenas horas te di la contraseña.- Dijo riendo.
- ¡Hombre!  Que me hacen caso. Hola, soy Cantia, encantada.- Dije saludándole con la mano.


- Eres de lo que no hay.- Dijo Dougie mientras pegaba un trago a su cerveza.


Después de estar hablando con Silvia, contándole novedades a Gabriel y demás familia, pude integrarme en una de sus conversaciones. Joder, que bien sentía.


- ¿Y este viernes qué grupo va a venir?.- Pregunté mientras dejaba el móvil en la barra.
- Un grupo joven de un guitarrista y un vocalista. Cantan de todo un poco y harán un pequeño tributo a The Beatles así que, encendiendo motores.
- Dios, no me lo pierdo.
- Dougie, ¿por qué no vienes?.- Preguntó Bartney mientras limpiaba la barra.
- Creo que Cantia quiere camuflarme para poder venir.
- Bocazas.
- No le hagas caso, ven.- Dijo mirándome extrañamente.
- Lo iba a hacer sí o sí.- Dijo riendo.


Bartney fue a atender a varios clientes que habían llegado y Dougie estuvo pensando varios minutos las palabras indicadas.


- Cuéntame cosas sobre ti.
-  Vale, ahora me haces caso. Soy una persona que no deja que los problemas influyan demasiado en su estado de ánimo hacia los demás. Me gusta solucionar mis problemas sin la ayuda de nadie y eso de tragarme el dolor se me da bastante bien. Soy bastante segura de mí misma y de mis actos pero también tengo dudas. Lo que piense o diga la gente a mis espaldas no tiene demasiada importancia para mí e intento mantenerme a raya. Cuando se me cruza la vena, tiembla el suelo. Odio sentirme mal con una persona y, ante todo, decepcionarla. Puede conmigo. Algunas de las injusticias de este mundo las odio demasiado pero por mucho que se intente, seguirán insistiendo. Es como la vida. Me gusta leer y sonreír. No soporto ver a una persona derrotada e intento solucionarlo con palabras o, simplemente, escuchándola. Odio hablar de mí misma delante de alguien pero bueno, eso no cuenta y por lo demás, te sorprenderé.
- Lo mismo te digo.- Dijo guiñándome un ojo.

Fijé la mirada en el gran reloj que había encima de la puerta de entrada del bar. Las siete y media. Estuvimos hablando un rato más con mi querido ejemplo y cuando comenzó a llegar la gente para disfrutar y sacar el buen lado a ese triste día, nos despedimos de él.


- Joder, que tío.- Dijo riendo mientras se levantaba el cuello de la cazadora.
- Eh, esa boca que te la lavo con jabón princesa.
- Me la puedes lavar con otra cosa.- Dijo mirándome.
- Putas indirectas.


Fijé la mirada en el suelo, observando cada paso y pensando en todo y nada a la vez.


- Me gustan tus pecas y tu nariz atacada por el frío.
- Gracias hombre.
- Me gusta como se refleja la luz en tu cara.
- Vale…
- Me gusta como está comenzándose a reflejar la vergüenza en ti.- Dijo sonriendo.


No separé la mirada del suelo y tenía razón, el rubor decía hola. Pude notar como ya no me encontraba bajo su atenta mirada y me relajé. El móvil de Dougie comenzó a sonar y respondió mirándome fugazmente. Parecía estar hablando con Tom sobre varios asuntos de producción pero tampoco presté demasiada atención.


- Mañana me espera un día duro.- Dijo mientras guardaba su móvil en el bolsillo trasero de su pantalón.
- Llévalo lo mejor que puedas.
- Hemos quedado a las nueve en el estudio con Fletch para hablar sobre los conciertos del mes que viene y firmar certificados para Super City y por la tarde tenemos ensayo hasta no sé cuando… cenaremos allí.- Dijo sonriendo levemente mientras pasaba una mano por su nuca.- Por cierto, ¿vas a ir a España?¿A algún concierto?
- Eh… no puedo Dougie…
- Entiendo…
- Joder, me pillan varios exámenes esa semana y voy a estar demasiado ocupada y cansada como para poder hacer un viaje de esos, que por mí lo haría, por vosotros todo.
- Nunca se sabe pequeña.- Dijo sonriendo.
- Además, me voy a cansar de ver vuestras caras.
- No me esperaba esto de ti…- Dijo intentando hacerse el ofendido.
- Yo tampoco. Cantia no ha ido a todo concierto al que ha podido asistir para morir al instante, sola o acompañada.


Dougie rió y sin querer darnos cuenta, estábamos plantados en frente de la puerta del portal. Caían pequeñas gotas sin un ritmo constante y tendría que estar en casa antes de que comenzase a llover sin descanso.


- Quedamos el viernes entonces.
- Vale, a las nueve, como muy tarde, te espero en mi taburete.- Dije sonriendo.
- De acuerdo, a las ocho y media estaré sentado en mi taburete.
- O vendiéndome por Bartney.
- Puede ser, la verdad es que me estoy planteando dejar a Harry.
- Te arriesgas a una muerte segura.- Dije desafiante.
- Queda pendiente una clase en condiciones.
- Como cambias de tema. Engañador.
- Te espera un gran fin de semana.
- ¿Pasando páginas y estudiando, verdad?
- Algo parecido. Recupérate, el viernes tienes que estar bien.
- Lo tendré en cuenta y me lo plantearé.
- ¿Sabes? Me gustan las despedidas.
- Pues a mí no, la verdad. Odio decir adiós a alguien.
- ¿Sabes por qué me gustan?.- Dijo acercando su rostro al mío.
- Pues no, no sabía que te gustasen las despedidas…
- Lo vas a saber.


Noté un leve rocé en mis labios pero bajé la cabeza inconscientemente.


- A ti lo que te apetece es estar malo mañana.- Dije riendo y pasando un mechón de pelo detrás de mi oreja.
- Correré el riesgo.


No pude decir nada más. El simple contacto de sus labios en los míos era paralizante. Noté como sonreía cubriendo ese momento y se me contagió la tontería.


- Iremos despacio.- Dije riendo.
- Esto no es nada serio.
- Me gusta esa reflexión.


Sonreí y volví a pedir una de felicidad. Fue un beso como los anteriores pero diferente a la vez. Quería mantenerme a raya y dejar que pasasen los días. Seguir conociéndole y seguir dándome a conocer. Sonreía levemente, aún reflexionando y antes de irme atrapé levemente su labio inferior con mis dientes. Me encaminé rápidamente hacia la entrada sonriendo mientras Dougie… no lo sé, la verdad.


                                                      **




Capítulo XVI

Me sentí segura en aquel momento. No sentía el frío. No sentía la maldita lluvia recorriendo mi cara. Solo oía el sonido de mi respiración aún rítmica y el sonido de las gotas de lluvia al acabar su recorrido en el suelo. Levanté la cabeza hasta encontrar una mirada en la que poder apoyarme. Se podía ver el temor y la complicidad aliados en nuestras miradas.


- Yo… Tengo miedo.- Dije mirando nuestras manos aún unidas.
- Ei.- Dijo haciendo que volviesen a cruzarse nuestras miradas.- Yo también.
- Dougie, no quiero hacerte daño…
- Iremos despacio.


Asentí levemente con la cabeza y comenzamos a caminar despacio. Otra vez volvía a sentir un gran frío, no solo en mi cara, en todo mi cuerpo. Mi ropa no daba para más. Al día siguiente no podría ir a la universidad si la cosa se ponía muy mala. Dougie se quitó su cazadora y la puso sobre mis hombros acercándome a él. Sintiendo el poco calor de su cuerpo. Me recordaba a el primer día. Aquel viernes. Levanté la mirada y pude ver la seriedad en él. Estaba completamente mojado y el pelo invadía su frente por completo mientras que pequeñas puntas intentaban cubrir sus ojos con traviesas gotas de lluvia. Seguía lloviendo con violencia y no parecía que iba a dejar de hacerlo. Llegamos a la entrada en pocos minutos y no me dio otra opción, me acompañó hasta el coche.


- No hacía falta.- Dije levemente.
- Sí, la hacía. Antes de que digas nada, no me devuelvas la chaqueta, no hace falta, tengo el coche aquí al lado.
- Pero estás empapado…
- Joder Cantia, da igual, ya he hecho bastante.- Dijo bajando la mirada.
- Dougie…

Negó con la cabeza y me dio un abrazo. Un abrazo que me reconfortó. Sentí su respiración en mi cuello y volví a sentir un escalofrío recorrer mi cuerpo. Uno más de los tantos de aquella noche. Entrelacé mis manos alrededor de su cuello acercándolo a mí. No quería que ese momento acabase. No quería despedirme de él. Me daba igual el frío, la lluvia, morirme. Me daba igual todo.


- Mañana te veo pequeña.
- Allí te espero.- Dije con una leve sonrisa.


Subí al coche y arranqué. Deseaba llegar a casa, ducharme y cenar pero también tenía que bajar a mi compañera de piso. Joder. La niebla invadía la carretera. No se veía con claridad y estaba saliendo un viento demasiado virulento. La noche no sería tranquila.


Eran las cuatro y cuarenta y ocho según el despertador. Me había desvelado la tormenta que reinaba fuera del hormigón. Había acertado, no amainaba. Tenía frío, mucho frío y seguramente, la gripe quería ocupar mi cuerpo. Luna estaba metida debajo del edredón justamente al lado mío. Me levanté y fui a la cocina a beber un vaso de leche caliente, siempre me ayudaba a volver a coger el sueño aunque no fuese de mi agradado. En unas tres horas y media sonaría el despertador avisando de un nuevo comienzo de rutina.


Sonó el maldito cacharro capaz de estropear cualquier momento. La cama me pedía a gritos que no me fuese y yo misma me monté mi despedida con ella, obviamente hablando sola. Me levanté de la cama con parsimonia y se podía decir que mi cabeza… estallaba literalmente. Tenía la garganta seca de haber estado respirando toda la noche por la boca ya que respirar por la nariz era misión imposible. Tenía fiebre, era demasiado raro que mi temperatura corporal aumentase pero cuando lo hacía, lo hacía en exceso.


Estaba a punto de salir de casa. Eran las diez. Fui al baño para colocarme el gorro, cogí el bolso con algunos libros y cuando justamente estaba cerrando la puerta, empezó a sonar mi móvil. Sonreí levemente.


- Buenos días.- Dije mientras guardaba las llaves en el bolso y llamaba al ascensor.
- Buenos días pequeña. Ya veo que la noche te pasó factura.- Dijo riendo.
- Déjame, que no puedo respirar por la nariz y la sincronización con eso de hablar está en proceso, ¿y tú qué? Ya veo que estás bien.
- Hombre, no soy un capta virus.- Dijo riendo.
- Que gracia.- Dije irónicamente.
- Cambiando de tema, ¿a qué hora vas a llegar a casa?
- Pues no lo sé… sobre las dos y media. No tengo que ir a la última clase de la mañana así que… 
- Vale, pues a las tres menos algo me tienes allí.
- Genial.
- Ah, y no hagas comida.
- ¡Mierda! Me has jodido el plan. Ahora tendré que buscar otro medio por el que contagiarte…
- Yo encuentro varios…
- Joder Dougie…- Dije riendo.
- Pues lo dicho, hoy estaré de ocupa en tu casa.
- Acoplado… Doug, que te tengo que ir dejando que estoy ya en el coche y como no arranque… dudo que llegue a clase.- Dije riendo.
- Como me abandonas.
- Sí, es que me está esperando uno en la residencia del campus. Lo siento…
- No hace gracia.- Dijo serio.
- Como te podría llegar a vacilar. En serio, que no llego. Luego te veo.
- Hasta dentro de… no me apetece pensar, aún estoy en la cama.
- Bien… 


Colgó. Colgó dejándome con la palabra en la boca. Ese hombre es experto en las despedidas, sí señor. Conduje hasta la universidad mientras sonaba un aleatorio de canciones. Fue una mañana normal, nuevos apuntes, fechas de pruebas y demás. A media mañana, Kate y yo fuimos a tomar algo a la cafetería y estuvimos hablando con algunos compañeros de la facultad. No le iba a contar nada por el momento. Podía salir mal. Mi jornada, en realidad, acabó a la una y cuarto pero quería ir a la tienda de Mike y agradecérselo en persona. Cuando entré, estaba atendiendo a un grupo de jóvenes que andaban buscando una guitarra que regalar a su amiga. Saludé a Mike con una sonrisa mientras me quitaba el gorro y esperé a que acabase de atenderlos.


- Gracias Mike.- Dije son una leve sonrisa.
- No fue nada mujer. No hubiese sido muy normal que me negase a hacerle un favor a una señorita con una sonrisa como esa.
- No mientas.-  Dije riendo.
- Ya veo que al final se aclaró el tema.
- Sí, las cosas vuelven a ser como antes. Te debo una.
- Con que me aceptes la petición de invitarte a comer mañana me vale.
- En todo caso te tendría que invitar yo, así que mañana a las dos y media vengo a recogerla, dama.
- No voy a discutir porque sé que no servirá de nada. Acepto caballero.


Los dos comenzamos a reír y me despedí de él. Le dije que tenía que ir a comprar algunas cosas al supermercado. Después de hacer la ‘compra de la semana’, fui directamente a casa. Ya eran las dos y cuarto. Al llegar, dejé las bolsas en la encimera de la cocina y bajé con Luna hasta una farmacia.


Estaba en la cocina cuando sonó el timbre. Tres menos veinte. Fui hacia la puerta y abrí mientras me recogía el pelo. 


- No preguntes.- Dijo mientras pasaba y dejaba las cosas encima de la mesa del salón.


Dougie llevaba varias bolsas, una mochila y estaba empapado.


- Doug, te has aficionado a las duchas urbanas.- Dije riendo mientras me apoyaba en el marco de la puerta.
- La fiebre te hace decir tonterías.- Dijo mientras dejaba la chaqueta en una silla.
- ¿Estás tonto?.


Dougie se acercó a mí y mientras iba de camino al baño, me dio un beso en la mejilla.
- Quita bicho, que me mojas.

Dougie rió y empezó una interesante búsqueda.


- ¿Te diviertes?.- Dije observándole desde el pasillo.
- Joder, estoy buscando una toalla.
- Sí, eres tonto. Mira detrás de la puerta.

Encontró lo que andaba buscando y mientras salía del baño removiéndose el pelo, fui a la cocina a terminar de colocar las últimas cosas. Estaba colocando la fruta mientras Dougie entraba en la cocina y cogía una manzana del frutero.

- Eres un ladrón.
- Tengo hambre.- Dijo dándole un bocado.- ¿No habrás hecho comida, no?
- No, soy obediente.
- Perfecto porque he traído tallarines.
- ¿Alguna vez has pensado que siempre que comemos en mi casa acabas cocinando pasta?.- Dije riendo.
- Mis recetas culinarias aprobadas no pasan de eso.
- Me gustan tus recetas culinarias aprobadas.
- Me gusta que te gusten.- Dijo sonriendo.- Ve al salón y siéntate, ya preparo yo todo.
- No soy inútil, Doug.
- Lo sé pero estás mala y tienes escusa para no hacer nada, así que aprovéchala.
- No quiero.- Dije cruzándome de brazos.
- Si quieres.
- No.
- Sí y punto. Esta no me la ganas.
- Eso lo dices tu…- Dije casi intangiblemente.
- Cantia, te he oído y entendido.
- Vale, ahora voy a por el premio.
- Eres de lo que no hay. Anda, tira para el salón.- Dijo riendo y empujándome levemente. 
- Doug, ¿no tienes la camiseta mojada?
- Sí, un poco la verdad pero da igual.
- Acompáñame que te dejo una.
- Como quieras.- Dijo sonriendo.


Sentía sus pasos tras los míos, solamente te escuchaban las voces provenientes de la televisión. Anunciaban mal tiempo hasta el jueves. Genial.


- ¿Dónde está mi querida?.- Dijo entrando a la habitación.


Algo comenzó a moverse bajo a las sábanas, buscando un lugar por donde asomar la cabeza. Que lista es.


- Ahí.- Dije riendo.


Luna saltó de la cama y se acercó hasta Dougie. Este comenzó a decir frases sin sentido mientras ponía caras raras y la acariciaba. Luego la que estaba loca era yo.


- A ver, princesa, que prefieres, ¿camiseta de tirantes o de manga corta? Bueno, también puede escoger entre manga larga, sudadera y demás.
- Prefiero un sujetador.- Dijo poniendo voz de niña.
- Creo que le van a quedar un poco grandes pequeña. Mejor se conforma con esto.


Tiré a Dougie una camiseta demasiado larga que tenía las mangas cortadas. Le sería más cómoda. Dougie rió y mientras cerraba el cajón, se quitó la camiseta y la dejó en la cama.


- Me gustaría tener hijos con la calefacción.- Dijo mientras se acariciaba su hombro derecho.
- Y a mí con Lucifer y no consigo que pille mis indirectas mientras está poseyéndome.
- Cantia, das miedo.- Dijo poniéndose la camiseta mientras salía de la habitación.
- No es nada nuevo.


Obviamente, mi vista no pudo mantener el control. Mis ojos recorrieron su espalda unas cinco veces, al igual que habían hecho con su pecho. Joder. Comenzó a sonarme el móvil en el bolsillo trasero y dejé que Dougie bajase. Total, no me iba a dejar hacer nada.

- Cantia al habla.
- Gabriel al otro lado.
- Gabriel, te quiero.
- Sí, yo también. ¿Novedades? Espero que sí.- Dijo riendo.
- Pues sí. Ya lo aclaré con él y bueno, ahí va la cosa.- Dije sentándome en el borde de la cama.
- Me alegro, de verdad. 
- ¿Y tú qué tal por Madrid?
- Nada nuevo… bueno sí, tengo tropecientos trabajos para la semana que viene pero bueno…
- Hahaha te digo lo mismo. Dentro de dos meses te vuelvo a estar dando la carga.- Dije riendo.
- No vuelvas. Te odio.
- Yo también cariño, yo también.
- Lela, que te dejo que me voy otra vez para la uni a la biblioteca.- Dijo suspirando.
- Okei. Te veo cibernéticamente.
- Lo mismo. Un besazo.
- Otro para ti.


No había vuelto a hablar con él desde que se fue, el humor de aquellos días no acompañaba para nada. Bajé al salón y vi a Dougie viniendo de la cocina con los vasos y cubiertos.


- Tú escondes los platos, cubiertos, etcétera.
- Sí, solo para ti. Me gusta como ha sonado tu ‘etcétera’.
- Etcétera.- Dijo mientras volvía a la cocina.


Me senté en el sofá y esperé a que Dougie trajese los platos. Seguía sintiéndome mal por mucho que él dijese. Quería ayudar. Llegó poco después y mientras servía los platos me guiñó un ojo. 


- Que sepas que la pasta la sabes cocinar demasiado bien.- Dije mientras probaba los tallarines.
- Sí, ya lo sabía.
- Relaja Señor Ego.


La comida fue demasiado amena. Hablamos de todo y nada a la vez y mientras comíamos, Dougie se dedicó a hacerme burla un buen rato mientras él fregaba y yo secaba y así transcurrió la tarde hasta las tres y media.


- Hoy haremos una tarde productiva.- Dijo tirándose en el sofá.
- Explícame que es eso de una ‘tarde productiva’ y déjame un sitio fiera.
- Música, será una tarde constructiva musical.
- Sí, ¿tú te crees que estando como estoy voy a poder cantar?
- Pues no, la verdad, pero sería gracioso.- Dijo riendo.- Hombre, algo puedes. Solo por mí.
- Idiota, me has pillado.- Dije mientras me dirigía hacia la escaleras.
- ¡Mierda! Me dejé el bajo en el coche. Ahora vengo, cuando llame, ábreme por favor.
- Me lo pensaré.


Oí como la puerta se cerraba. Aproveché los minutos que tenía para lavarme los dientes, entre otras cosas, y cogí la guitarra acústica junto al pequeño cuaderno que estaba en el cajón de la mesita. Bajé y me senté en el sofá, afinando las cuerdas de la guitarra y pasando hojas mientras esperaba que el timbre sonase. Me vino a la cabeza una letra, una melodía. Inconscientemente comencé a apuntar cada palabra, el sonido lo dejaría para el final.  Dougie llegó con la funda de su bajo. El mismo bajo que había traído aquel día. Hice como si no estuviese volviéndome a sentar en el sofá


- Creo que hay…


No le dejé terminar. Le callé con un simple movimiento de mano mientras tarareaba lo que iba a ser la melodía. Estaba ajena a todo lo demás, solamente me centré en lo que iba a ser una nueva canción. Un nuevo rincón para mis sentimientos. No sé cuanto tiempo estuve escribiendo palabras que se plasmaban por si solas, cuanto tiempo estuve rozando mis dedos con las pasajeras cuerdas de la guitarra pero al acabar, su mirada hizo estremecerme. Era compleja.


- Tócala entera.- Dijo moviendo un papel entre sus manos.


Aclare levemente mi garganta y respire difícilmente, intentando despejarme. Intentando perder los nervios. Fije mis ojos en el papel tratando de aprender cada párrafo. ( http://www.youtube.com/watch?v=SGpbDVLEjW4 ) Los acordes y punteos estaban memorizados desde el principio.


Wake up in the morning,
It’s not so bad.
I can taste you on my lips
And It makes me sad.


Levanté la mirada fijándola en esos ojos que la noche anterior hablaron por sí solos. No duraría mucho aguantándole la mirada.


There’s a part of me that just wants you back.
You are the one thing I want that I never did have,
That I never did have.


Sentí un leve dolor en el pecho y sonreí inconscientemente mientras bajaba la mirada. Sí, sus ojos intimidaban.


Fill me up.
Steam me up.
Hear me shout.
Tip me over and pour me out.
Pour me out on the concrete next to your feet.
Do I have to cry?
Can you hear me?
Oh, just to be..
With you.


Continué la canción entre indecisión y miedo. Sí, era él. Éramos nosotros. Era el comienzo de algo. Toqué con determinación la última cuerda con mi púa, anunciando el final. Alcé la cabeza y vi como Dougie sonreía levemente. Suspiré y cerré los ojos con fuerza. Realmente esa canción hablaba por sí sola. No encontraré jamás el por qué pero la distancia que impedía volver a sentir sus labios sobre los míos desaparecía. Volví a sentir su aliento mezclarse con el mío. Volví a tener cerca su sonrisa. Puso uno de sus dedos en mi nariz y cerré los ojos a voluntad propia. Simplemente disfrutaría el momento.


- ‘I can taste you on my lips’.- Dijo en un susurro.- Por cierto, gracias por tu mensaje secreto.- Dijo mientras me enseñaba la nota que había escrito aquella tarde y había metido en la funda de su bajo.


Entrelacé mis dedos en su pelo mientras sonreía y besé levemente la comisura de sus labios. Eso me bastaba. Rocé su nariz contra la mía produciendo que un escalofrío recorriese mi espalda. Volví a mantener la distancia entre los suspiros. Esta vez fue Doug quien decidía robarme un beso. Pero aparté rápidamente mi rostro del suyo. Las consecuencias de estar invadida de virus es lo que tiene. No quería estornudar en su cara.

- Jesús.
- Esto es una mierda.
- No digas tonterías.- Dijo mientras acariciaba mi mano.


                                                    **