sábado, 8 de octubre de 2011

Capítulo XIV

Un nuevo día. Lunes, presentando la semana. El despertador había sonado demasiadas veces y en todas ellas había sido tirado contra el suelo. No me apetecía levantarme de la cama. Esa noche había conseguido dormir tranquilamente, todo lo contrario a la mayoría de las noches atrás pero tenía que ir a la facultad. La noche anterior llamé a Kate como la había escrito y no hicimos nada más que hablar de tonterías. Ella sabía alegrarme el día. Me levanté de la cama, me recogí el pelo en un moño bajo y me bajé las mangas del pijama para poder agarrarlas con los dedos. La casa estaba fría a pesar de haber puesto la calefacción la noche anterior. Miré la pantalla del móvil, todavía no había recibido la llamada de Mike y no había ni rastro de él. No sé si porque lo miré. 


La mañana fue demasiado tranquila y animada. Ya habíamos expuesto la mayoría de los trabajos en clase y mientras estaba en la cafetería tomando algo con Chris, recibí la llamada de Mike.


- Me llamas a las once y media y en mi descanso… perfecto.
- A ver, hablé con él ayer pero muy tarde y no te llamé antes porque creí que estabas ya durmiendo.
- Que considerado.- Dije riendo.
- Me costó convencerle y estaba demasiado serio pero conseguí quedar, entre comillas, con él.
- Gracias, de verdad Mike, te debo una.
- No me debes nada pequeña. Me dijo que él podía a las nueve y que si nos podíamos encontrar en el bar que hay dentro del parque.
- Vale, allí estaré a las nueve. 
- Espero que todo se arregle.
- Yo también…


Salí de la universidad a las tres. Me había quedado en la biblioteca pasando algunos apuntes a limpio para dejárselos a Will a la salida. Al llegar a casa, como de rutina, tuve que salir con Luna y después comí. Por la tarde estuve tocando el piano intentando componer algo pero nada salía. Estuve apuntando algunas letras tirada en la alfombra del salón hasta las cinco y después me puse con las tareas de la universidad. A las siete me conecté y pude hablar con algunas amigas de mi ciudad que habían encontrado un hueco en su vida de estudiante para poder dar paso a la vida social cibernética. Me dio tiempo a leer unos capítulos del libro que había comenzado a leer y me detuve en unas palabras que narraba el protagonista: 


‘ Todos esos nombres me los he ganado. Los he comprado y he pagado por ellos, pero aún así, sigo buscando el nombre del viento.’


Es verdad que, por algunos errores o simples hechos y cualidades de uno mismo, te ganas un nombre, inmerecido o no, te le ganas. La sociedad de hoy en día en así y cada error te da un nombre, una nueva lección, un nuevo punto para una cualidad. Puede que esté escondida dentro de uno mismo pero todo el mundo la posee, la fuerza. La fuerza para conseguir sacar el lado positivo de algo erróneo y seguir adelante. La fuerza para tener el valor de caerte y volver a levantarte con la cabeza muy alta. La fuerza para estar más seguro de uno mismo y el valor para ser orgulloso de tus hechos.


Me di una pequeña ducha, simplemente para despejarme, y fui a mi habitación para vestirme. Por la mañana las nubes habían pasado su tiempo cubriendo todo el extenso cielo que Londres dejaba ver y la humedad era demasiado notable, pero ahora el sol se iba ocultando tras los grandes edificios dando paso a la oscuridad y la calma. Podía escuchar el sonido de los coches al pasar desde la ventana de la cocina y se podían oír unas risas provenientes de un programa de la televisión. Eran las ocho y media. Antes de salir por la puerta, cogí las llaves del coche, las de casa, el móvil y algo de dinero y lo metí en los bolsillos del pantalón.


Conduje hasta ese parque en el que había pasado tal tarde junto a él. Durante el camino, puse algo de música en el reproductor y dejé que sonase mientras templaba mis nervios. Comenzaron a caer pequeñas gotas de lluvia y ellas se adueñaron poco a poco del silencio, interrumpido por una melodía, del coche. Aparqué cerca de la entrada y comencé a caminar hacia la entrada de aquel pequeño bar. Mis pies andaban con una dirección fija pero en mi cabeza no podía hacer otra cosa que pensar en sus motivos. Los motivos de esta incómoda situación. Llegué en menos de cinco minutos y me senté en las escaleras de la entrada. Me tuve que poner la capucha de mi cazadora debido a que, lo que comenzaron siendo pequeñas gotas, acabaron siendo una gran llovizna. El frío sobrepasaba las capas de ropa y comenzó a hacer efecto en mi cuerpo. Bajé las mangas de la cazadora hasta que mis brazos quedaron escondidos en ella. Moriría de hipotermia si seguía tardando. Saqué el móvil del bolsillo y miré la hora. No podía parar de mover la pierna derecha. Joder, eran las nueve. Mis ojos miraban en todas direcciones buscándole. Pendientes de su llegada. Ansiosos de volver a verle. Volví a colocarme debidamente las mangas y cerré los ojos levemente dando un pequeño suspiro. Miré al frente y le vi a lo lejos. Andando sin prisa, disfrutando de cada calada que daba a su vicio. Se fue acercando y me levanté. Tenía miedo, todo hay que reconocerlo. Dougie me vio y tiró su cigarro al suelo dejando que el humo recorriese su garganta. La cosa no pintaba demasiado bien.


- ¿Qué haces tú aquí?.- Dijo serio y con sus ojos clavados en el suelo.
- Creo que aclarar algo que no entiendo.- Dije mirándole fijamente y en el mismo tono que él había hablado antes.
- Joder, si es que soy gilipollas.
- ¿Sabes? Me vuelvo a perder.
- Me lo tenía que haber imaginado. Todos hacéis lo mismo.
- A veces las cosas ocurren porque sí y otras son sorpresas. ¿Me quieres decir qué cojones te pasa conmigo?
- ¿Contigo? Es simple. Estoy harto de que la gente me mienta. Tú, Mike…
- Explícate. 


Suspiró notablemente y pasó una de sus manos por su cara. Tragué saliva. Estaba dispuesta a escuchar todo.


- ¿Cuándo fue el último día que te vi?.- Dijo mirándome a los ojos.
- El martes de la semana pasada.
- Tienes la respuesta. Tan solo busca un poco por tu cabeza.


Podía notar rabia en su mirada e hizo que pequeños miedos recorriesen mi cuerpo. No podía seguir aguantándole la mirada.

- Joder… ¿Gabriel?.- Dije sorprendida.
- Déjalo. No importa. Adiós.
Comenzó a andar aprisa. No había valido para nada todo esto. Me sentí derrotada. No había tenido tiempo para poder argumentarme. Cerré los ojos fuertemente y noté como una leve humedad los invadía. Me quedé de pie viendo como se alejaba de mí. No podía reaccionar pero tampoco podía dejar que se fuese así. Encontré el valor y la fuerza en mi interior y comencé a correr dejando que las gotas de lluvia recorriesen mi cara fundiéndose con pequeñas lágrimas que comenzaban su camino sin ningún permiso. Nada cubría mi pelo en ese momento y varios mechones se posaban en mis labios pero los apartaba con rabia. Sin aliento. Llegué a su posición y le agarré sin temor de su brazo, percatándole de mi presencia.


- Mira, no entiendo nada, ¿vale?. Nada.- Dije elevando el tono de voz.- Pero entre Gabriel y yo no existe ningún motivo causante de este momento. Esta maldita situación que hace que pierda los nervios.


No pude continuar porque las lágrimas eran descontroladas. Era fuerte pero en momentos así no podía ocultar lo que sentía. No podía soportar más esa presión que rondaba mi cabeza cada día. Cada minuto. No podía esconder mi miedo. Bajé la cabeza ocultando mi rostro. Ocultando mi dolor. Escuché como Dougie proclamaba un ‘joder’ demasiado audible y levanté la cabeza fijando mis ojos en los suyos. Mostrándole mi rabia.


- ¿No entiendes nada? No es muy normal que una tía te abra la puerta en una simple camiseta teniendo detrás a un tío en pantalones. ¿Eso si  lo entiendes, no?.- Dijo casi gritando.
- Tampoco lo entiendo. ¿Cuántas veces te tengo que repetir que no pasó nada? ¡Nada, joder, nada!.- Grité todo lo alto que pude. No podía aguantar más.
( http://www.youtube.com/watch?v=FsleuyiJpE8 )
No contestó, simplemente volvió a darme la espalda decidido a marcharse. Dejé que se fuera, lo había intentado pero me faltaba de decir algo. Algo demasiado importante. Respiré levemente y susurré su nombre. 


- ¡Dougie!


Lo llamé tan alto como para que él pudiese oírme, pero no se detuvo. Anduve rápida. Insegura y decidida a la vez. Asumiendo las consecuencias, pero ya me daba igual. Me quedé detrás de él. Haciéndole notar mi presencia. Me costaba respirar y cada suspiro era una lágrima. Cada bocanada de aire dolía pero como dice el refrán, ‘La batalla puede estar perdida, pero la guerra no ha acabado todavía.’. Se dio la vuelta mirándome a los ojos. Su mirada dolía y la tenue luz de las peregrinas farolas me hicieron ver el color de sus ojos. Un azul rojizo lleno de rabia y dolor. Bajé la mirada al suelo y cerré los ojos por anteúltima vez. Los cerré con fuerza, dejando que la última lágrima cayese hasta mi comisura del labio. Me mordí mi labio inferior con rabia. Era un sabor amargo, agrio y doloroso. Mis piernas comenzaban a temblar debido al frío y ligeras sacudidas me desestabilizaban. Estaba empapada. Tomé una última bocanada de aire con dolor y me desahogué.


- Lo siento.


Pronuncié aquellas dos palabras sinceras en un susurro apenas audible y sin levantar la mirada del suelo. Solté todo el aire que llenaba mis pulmones de golpe, con miedo al fracaso. Noté como unas manos hacían que levantase la cabeza pero seguía aún con los ojos cerrados. Fui abriéndolos despacio y noté la nitidez en ellos pero pude encontrar una mirada llena de dolor, rabia, arrepentimiento e innumerables sentimientos. Dougie apartó uno de los tantos mechones que invadían mi rostro y lo pasó por detrás de mi oreja derecha. Miré fijamente aquellos preciosos ojos con miedo. Con miedo de perderle del todo. Posó su frente en la mía y respiré aún con dificultad. Noté su respiración en mis labios. Dejando que fuese la mía también. Me miraba con el perdón en sus ojos y cerré los ojos levemente. Rozó su nariz contra la mía haciendo que el rubor volviese a mis mejillas. Estaba paralizada y simplemente tenía que aceptar la opción de disfrutar y vivir el momento. Dougie acarició mi mejilla con temor y volví a encintrarme con sus ojos. Con sus alentadores ojos. Vi como cerraba sus párpados dando la orden a mi cabeza de hacer lo mismo. Noté un leve roce en la comisura del labio y volví a sentir su interrumpida respiración para acabar besando mis labios con temor e inseguridad. Un beso corto pero perfecto. Un beso que me hizo aclarar todas las dudas sin resolver, si es que había, y un beso que fue capaz de erizar cada poro de mi piel. Un beso lleno de palabras y sentimientos escondidos. Dougie se separó y me miró haciendo que una mirada valiese más que mil palabras. Buscó mis manos con decisión y entrelazó sus dedos entre los míos volviendo a crear una respiración entrecortada en mí. Llevó nuestras manos hasta mis mejillas y me dio un protector beso en mi frente. Algunas pesadillas esconden un mensaje. Yo lo había encontrado.


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