sábado, 8 de octubre de 2011

Capítulo XIII

 Me desperté por el frío de madrugada. Me hice un ovillo aferrándome al edredón pero no pude volver a conciliar el sueño. Tenía miedo a volver a sentir esa sensación de impotencia, de falta de aire que había vuelto a tener en aquella maldita pesadilla. No era normal, en ningún sentido. El móvil comenzó a pitar avisando de su muerte y el viento azotaba las ventanas contiguas a mi habitación. Tenía miedo y no sabía por qué. Conseguí dormir unas pocas horas más pero a las nueve ya estaba despierta. El día se avecinaba tranquilo, o eso pensaba.


Las tres. Ya había recogido la cocina y me había dedicado a limpiar un poco el apartamento. Había salido a correr con Luna justamente después de terminar de desayunar, hacía frío y viento pero no había comenzado a llover, perfecto para sudar. Después de darme una ducha, cogí un nuevo libro y estuve leyendo un poco acurrucada en una esquina del sofá tapándome con una pequeña manta pero no podía concentrarme debido a él. El móvil ya estaba cargado y decidí intentarlo por última vez. Nada. Fui al ordenador y me conecté a Twitter únicamente para ver sus perfiles. Los cuatro daban las gracias al público del concierto en Jakarta. Bien, no había muerto pero seguí pensando en el por qué de su comportamiento. Joder, no se le había roto el móvil ni estaba apagado… no lo entendía. 


Estuve hablando con mis padres y con algunos tíos de España sin contar ninguna novedad. El aburrimiento haría estragos en mí y antes de que comenzase a escribir o perder la cabeza rebuscando entre todos mis hechos realizados el martes, decidí prepararme para salir por la noche con Kate. No se negaría a vivir un sábado noche abrasador. Antes de empezar a prepararme di una vuelta hasta el parque para ir avisando a Luna de que mi ausencia nocturna sería larga, muy larga.


Al llegar a mi habitación me desvestí y me quedé en frente del armario en ropa interior. Siempre funcionaba para encontrar la ropa adecuada. Me puse unas medias negras y decidí vestirme con un precioso vestido azul oscuro fruncido y ajustado. Fui al baño y me maquillé básicamente y antes de bajar al salón, cogí unos tacones impresionantes. Eran perfectos. Cogí un pequeño bolso de mano que tenía en el salón y metí lo necesario. El coche estaba aparcado en frente del portal así que no me congelaría en el camino. 


Eran las nueve y cuando estaba dispuesta a llamar al timbre, la puerta se abrió antes de que pudiese reaccionar. Kate me había visto llegar por la ventana.


- Vamos a mi habitación y mientras me preparo te dejo hacer lo que quieras con el iPhone.
- Bien…- Dije pícara.- Se me hace raro que no hayas quedado con Matt.
- Tú eres mejor en la cama.
- Puta Kate.- Dije riendo.
- Por cierto, que buena estás jodida.
- Vamos a la cama.
- Venga.
- Eres de lo que no hay.


Las dos comenzamos a reír y antes de ir a su habitación, fui a la cocina y me preparé un sándwich de queso. No había cenado nada. Cuando llegué, Kate estaba dando vueltas y hablando sola en la habitación. Que mujer. Me senté en su cama y cogí su móvil. Aproveché para llamar a Dougie.
- ¿Sí?.- Dijo en un tono y seco y con la voz ronca.

Colgué. Ya era suficiente. ¿Qué cojones había hecho para que no me contestase?. No entendía nada. Media hora después, Kate y yo nos encontrábamos saliendo del portal entre risas y puñetazos. Viva la idiotez. 


- Creo que voy a tener que dejar el coche aquí.
- Yo también. Dudo que puedas conducir.
- Siento decirte que esta noche me tendrás que acoger en tu mísera cama.
- Te violaré mientras tú estés durmiendo, pero antes, te emborracharé demasiado como para que después no te acuerdes de nada.
- Si no te conocería, diría que eres una ninfómana. 
- Me doy miedo a mí misma.


Caminamos hasta un Pub cercano. Kate vivía en pleno centro de Londres. Había un número considerable de gente y antes de comenzar a hacernos un hueco entre la multitud y darlo todo, fuimos a la barra y pedimos una copa de ginebra. Así, a pelo. Le iban a dar bien por el culo a todas las rayadas de cabeza. 


- A tu salud perra.- Dijo Kate brindando.
- Lo mismo zorra.
- Vamos al baño.
- Cállate y disfruta.


Bebí un trago y sentí como el fuego recorría cada milímetro de mi esófago. Kate se bebió la copa de un trago y yo la miré incrédula. 


Media parte de Kate se aferraba a mi cuerpo. Estaba inmovilizada. Aparté su brazo lentamente y conseguí librarme de su pierna izquierda sin ningún problema. Antes de ir a la cocina, recogí mi ropa que estaba abandonada en una esquina de la habitación. Mi cabeza no se resentía demasiado, era muy raro. Eh, querida resaca, ¿dónde estabas?… en fin, misterios de la vida. Llegué ala cocina y desayuné un trozo de bizcocho que había dejado Kate en un plato y un vaso de leche fría. Que bueno sentaba después de una noche como esas. Me acordaba de lo justo y no me quería acordar de más. Fui al baño, me desmaquillé la raya que no seguía su camino y me peiné decentemente. Joder, parecía una muerta viviente. Aproveché para vestirme y antes de salir de casa, escribí una pequeña nota a Kate diciéndola que por la noche la llamaría y la puse en la nevera con un imán demasiado extraño.


Llegué a casa en pocos minutos. No había demasiado tráfico. Nada más entrar por la puerta, Luna vino a saludarme y rápidamente me puse un chándal. Sentía bastante presión gracias a su mirada. Que lista es. Salí a la calle y, aunque no me apetecía demasiado moverme, estuve caminando con ella un buen rato. El tiempo se agradecía y la temperatura no era muy fría. Cuando llegué a casa me di una buena ducha y dejé que el agua fría hiciese su trabajo y me aclarase las ideas un poco. Al salir tenía en mente una idea. Me vestí y miré el reloj. Perfecto, las seis de la tarde. Iba a ir a la tienda de instrumentos de Mike pero era domingo. Solo tenía la esperanza de que estuviese en el almacén descargando alguna mercancía nueva aunque la tienda estuviese cerrada. Salí de casa llevando en una mano las llaves. Mas valdría que no me llamase nadie porque no pensaba coger el móvil hasta que fuese la hora de llamar a Kate. Desconexión.


Llegué y estuve llamando con los nudillos en la puerta más de cinco minutos. No había nadie. Tendría que esperar un día más. Veinticuatro horas de confusión, genial. Estaba caminando y cuando justamente iba a girar en una esquina, alguien gritó mi nombre. Me giré y vi a Mike asomando la cabeza por la puerta de la tienda. Anduve apresuradamente hacia él y entré.


- Lo siento Mike pero tengo que pedirte un favor.
- Nada, no es nada. Ahora me lo cuentas pero entra y siéntate.


Fuimos hasta un pequeño sofá que había al lado de una preciosa batería y trajo un café de la máquina. Se lo agradecí con una sonrisa y él se sirvió otro.


- Bueno, ¿qué te trae por aquí?.- Dijo dando un sorbo.
- Joder es que es complicado.
- Te escucho. Pero lo primero, siento no haberte abierto antes pero estaba escuchando un poco de música mientras colocaba unas nuevas guitarras que han llegado hoy.
- Tranquilo, no pasa nada. Verás… se puede decir que Dougie y yo somos amigos.
- ¿Dougie Poynter?
- Sí, él mismo.
- Sigue.
- Y lleva varios días sin cogerme el teléfono pero sé que no le tiene apagado ni estropeado. No sé que cojones le pasa conmigo y eres mi única solución.
- Cantia, ¿sientes algo por él?.
- ¿Eh? ¡No! Que va. Solamente somos amigos, nada más.
- Sí, y yo soy virgen.
- Joder Mike…
- ¿Qué quieres que haga?
- ¿Podrías quedar con él mañana diciéndole algo de unos nuevos bajos? Yo que sé, invéntate algo.- Dije pasándome un mechón de pelo detrás de la oreja.
- Sí, por supuesto pero ¿cómo te aviso de la hora y el lugar?
- Ahora te doy mi número y me avisas cuando hayáis hablado, y del lugar… queda con él en el parque que él conoce.
- Ah sí, creo que sé cuál es.
- Gracias de verdad.- Dije dándole un abrazo.
- No hay de que pequeña y no me mientas. Ese brillo en tus ojos no es normal, ¿estás bien?
- No sé que he hecho para que se comporte así Mike y me jode.
- Tranquila, saldrá bien. Tomorrow is gonna be the day.
- Oh Dios, me encantan los Mike que cambian las letras de las canciones de Oasis.
- Que graciosa.
- Gracias.- Dije sonriendo.


Estuvimos hablando un rato más sobre algunos discos de vinilo que tenía guardados en casa de música soul y dijo que un día me invitaría a ver su precioso museo de guitarras. Los dos nos levantamos y Mike me acompañó hasta la puerta. Nos despedimos y antes de comenzar a caminar, Mike me dijo unas palabras que ocultaban una indirecta, ‘tiempo al tiempo’.

           ... La esperanza es lo último que se pierde.


          Escuché su respiración cerca de mi oído antes de que comenzase a alejarse. Solo sentía dolor.


                                                   **

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