sábado, 8 de octubre de 2011

Capítulo XII

Desperté a Gabriel a las cinco y a menos cuarto ya estábamos yendo para el bar de Bartney. Estuvimos con Kate hasta las diez. El bar no estaba demasiado lleno y cada vez que tenía un rato libre, Bartney se acercaba a nosotros y sacaba un tema de conversación. Ese hombre es un maestro de la improvisación hablada, de verdad. Invitó a un par de cervezas a Gabriel y Kate pero yo me mantuve firme y no bebí nada más que un vaso de agua. El cuerpo me lo pedía. Bartney me contó que este viernes actuaría una banda de jazz cosa que hizo que no me pudiese resistir, por mucho que tuviese que estudiar, a ir. Sí, Kate me había dicho que teníamos un trabajo que presentar justamente en una semana, es decir, el lunes siguiente, para un proyecto de investigación de la universidad. Pasada la tarde, Bartney trajo unos sándwiches que tenía preparados en la cocina y después de ‘cenar sanamente’ por segunda vez, sacó las dos guitarras que tenía en el almacén. Hizo que tocase unas canciones con él y rápidamente se empezó a notar el ambiente en el bar, así que Kate decidió echar una mano a Barney y ponerse en la barra ella sola. 

Gabriel y yo llegamos a casa y fuimos a dar un paseo con Luna por las silenciosas calles de alrededor. Al llegar a casa, ambos estábamos demasiado cansados como para pasar de empalmada la noche. Sí, solíamos hacer eso la última noche que íbamos a pasar juntos pero nuestros cuerpos pedían a gritos dormir. Fui a mi habitación y cogí el portátil para conectarme a Twitter. Ninguna novedad. Me puse el ’pijama’, si se le puede llamar así a una camiseta larga , y ordené a mi cabeza que diese la señal a todos sus amigos corporales de relajarse y dormir. Comenzó a sonar el maldito politono de mi móvil e hizo que me cayese de la cama. Joder, ya era la segunda.


- Me has despertado y has sido el causante de un posible golpe problemático en mi cabeza.
- Perdón y me alegro.
- Que cabrón eres.
- Se hace lo que se puede….- Dijo riendo.
- ¿Qué querías?.- Dije bostezando.
- Cierra la boca que te van a entrar moscas o lenguas. Que mañana no voy a poder acompañarte a la universidad.
- Lenguas… suena bien. Tranquilo, no pasa nada.
- Puf, es que me he acordado esta tarde de que salimos a las cuatro para Indonesia y tengo que preparar todo.
- Me gusta tu memoria. Es verdad, algo leí… Joder, te voy a hacer madrugar solamente por tu bajo… joder.
- ¿Algún joder más que decir?.- Dije riendo.
- Sí. Joder, soy lo peor.
- Sí y yo estoy casado con una serpiente.
- Ya te gustaría a ti.
- Tienes razón… Bueno, que tú no te preocupes que madrugaré sonriendo.
- No las piensas.
- Bah, yo me entiendo. Siento haberte despertado pequeña. Descansa y recuerda que mañana a las ocho estoy en tu puerta.
- Sísísísí. Lo mismo digo.
- Hasta dentro de ocho horas y veinte minutos.
- … sí, eso.


Colgó y sonreí como una idiota. Era flipante todo en general. Volví a quedarme dormida escuchando los pasos de Luna que se acercaban a mi habitación. Me había abandonado por Gabriel aquella noche. Que zorra.


El despertador empezó a sonar a las siete y media y rápidamente lo apagué para no despertar a Gabriel. Antes de bajar las escaleras me asomé a su habitación para observar su preciosa espalda y su impresionante culo. Vale, no. Estaba bocabajo con la almohada tapando su cabeza. Bajé a la cocina y desayuné dos simples galletas sentada en la encimera. Fui al baño y después cogí un papel y un bolígrafo en el que escribí: ‘Mucha suerte, aunque sé que no la necesitas (:’. Metí el pequeño papel en la funda del bajo de Dougie y lo dejé posado en la pared al lado de la puerta. Volví al salón y me tiré en el sofá. Llamaron al timbre del portal y fui a abrir, era él. Joder, no me había cambiado y seguía con la camiseta. Bien Cantia, bien. Escuché unos pasos bajando la escalera, mierda, le había despertado. Llamaron a la puerta y antes de que pudiese abrir, unos brazos rodearon mi cintura y me acompañaron a abrir. Vi a Dougie pasando su mano por su pelo y simplemente me trabé, no sabía lo que hacer.


- Eh, hola.- Dijo serio Dougie,
- ¡Hola! Encantado, soy Gabriel.- Dijo dándole la mano.
- ¡Dougie!.- Dije dándole un pequeño abrazo.
- Hola pecas.
- Bueno, ¿quieres pasar?.- Dije sonriendo.
- No puedo, he quedado en el estudio con Harry a y media para ir a practicar unas canciones.- Dijo dudoso.
- Ah, vale… Toma.- Dije dándole su bajo.
- Gracias. Bueno, me voy. Adiós.
- Adiós.- Dije bajando la mirada.


Cerré la puerta y nada más darme la vuelta me encontré con la incomprensible mirada de Gabriel.


- Joder… algo le pasa.
- Sh… venga, tranquila.- Dijo dándome un abrazo.


Me aferré a él porque lo necesitaba. No había sido un buen comienzo para un día normal.


A las nueve y media me despedí de Gabriel para ir a la universidad y le dije que volvería a las doce y media. Quería quedarme en la biblioteca un rato después de acabar las clases, seguiría comiéndome la cabeza en un silencio sepulcral. 


Llegué a la facultad y las clases se pasaron rápido. Kate y Chris me acompañaron a la biblioteca y aprovecharon para ir preparando el proyecto de la semana siguiente. Simplemente estuve repasando apuntes y antes de ir a la cafetería a tomar un café, llamé a Dougie. No me respondió. Kate se fue con Matt en moto y se autoinvitó a venir a mi casa después de la facultad. Decía que los motivos eran claros y que investigaría un poco en mi cabeza. Que bien me conocía en tan poco tiempo.


El día se pasó rápido y sin darme cuenta ya estaba despidiéndome de Gabriel en el aeropuerto. No pude remediar que unas pequeñas lágrimas se escapasen de mis ojos pero Gabriel consiguió calmarlas con un reconfortante abrazo.


- No llores pequeña.
- Te voy a echar de menos.
- Te veo dentro de dos meses.
- Es demasiado tiempo.
- Sabes que estoy contigo estés donde estés. Llámame cuando quieras.
- Te quiero,  no lo olvides.
- Y yo.

Cogió mi cara entre sus manos y me dio un pequeño beso en la frente. Observé como se marchaba. Fui hacia el parking y llegué al coche. Otra vez volvía la rutina. No me molesté en poner música en el coche. No estaba de humor. 


Llegué a casa y salí con Luna a dar una vuelta. Antes de salir cogí la cámara que me habían regalado mis amigos de España para echar algunas fotos. La noche era demasiado perfecta. Comencé a caminar y sin darme cuenta acabé en ‘Bridge St’. De vuelta a casa noté como el frío y el exceso de humedad daban la bienvenida. Esa noche habría tormenta, lo habían anunciado en las noticias.


Su camino se acababa en mi ventana. Estaba lloviendo y podía escuchar el sonido de los aterradores truenos acompañados de una sutil melodía causada por el viento. Me levanté de la cama y miré el reloj que tenía encima de la cómoda. Las cinco en punto de la mañana. Fui al baño y volví a meterme en la cama. Luna estaba escondida en una esquina de la habitación entre todos los cojines. No soportaba el sonido de la tormenta.




- Lo siento.


Las lágrimas no cesaban. No querían acabar su curso. El suelo era mi sujeción y mis manos no paraban de temblar. Impotencia.


Me desperté sobresaltada. Un sudor frío recorría mi cuerpo. Lloraba, no sabía lo que me pasaba. Habría sido una pesadilla. El despertador hizo su trabajo y comenzó a sonar. Lo apagué y fui a la cocina. Eran las nueve de la mañana. Veintitrés de abril. Miércoles.


Al acabar las clases fui directamente a la biblioteca. Iba a comenzar el proyecto del lunes. Llegué a casa y cogí el móvil. Solamente había un mensaje de Gabriel avisando de que había llegado sano y salvo a Madrid. No había respondido a mi llamada. Busqué su nombre en la agenda y pulsé el botón de llamada. Uno, dos, tres, hasta seis pitidos y no contestaba. Joder. Kate llegó media hora más tarde que yo. Había tenido que ir a casa de sus padres por una asunto familiar. Me dijo que llevaba más de dieciocho horas sin oír mi risa o ver mi sonrisa. Puta Kate, que indirectas mandaba. Preferí no contarle nada de Doug y saqué la escusa de que no había dormido lo suficiente estos dos últimos días. Kate se fue a las seis porque había quedado con Matt. Otra vez volví a pensar demasiado.
 
Pasé el día dedicándome, únicamente, a cumplir la misma rutina de todos los días. Comer. Luna. Proyecto. Descansar. Ver la televisión. Leer. Cenar. Dormir. Antes de empezar a preparar la cena, me di una ducha. Mientras dejaba que el acondicionador reposase en mi pelo unos minutos, comenzó a salir una tímida melodía de mi boca. Rápidamente me aclaré y envolví mi cuerpo en una toalla. Fui directa a mi habitación y cogí mi acústica negra y mi cuaderno de canciones. 


It’s so hard to say that, I’m sorry, I’ll make everything all right…

I’m sorry. It’s all that I can say. You mean so much.


Esa pesadilla fue la musa de mi inspiración. Solo dejé llevar mis manos a lo largo de la guitarra y la letra salió sola. Algo querían decir esas palabras. ( http://www.youtube.com/watch?v=PS54dhMLavs )



No veía. No podía ver más que una imagen deformada por una cortina de humedad. Mis pulmones no eran capaces de coger el aire necesario. Vivía de pequeñas bocanadas. Los espasmos eran incontrolables.


El despertador sonó avisando del nuevo día, la misma rutina. Otra vez estaba asustada, esa maldita pesadilla sin sentido. Veinticuatro de abril. Jueves. McFLY actuaba en Jakarta. Volví a llamarle pero salió su buzón. No entendía nada.


A las siete de la tarde marcaba el punto final a mi proyecto de veintiséis hojas. Tendría todo el fin de semana libre, sin estrés. Estaba en la calle con Luna y mi móvil comenzó a sonar. Pensaba que era él.


- Silvia.- Dije sin ánimo.
- Ei, ¿qué te pasa?
- No, nada que estoy un poco cansada.
- Ah… vale pues mañana ya te llamo antes de comer.
- Como quieras.
- Venga, que descanses.
- Te echo de menos.
- Yo también.


        Viernes, al fin. Deseado descanso. Había conseguido dormir sin ninguna especie de interrupción. No había soñado con nada. El día fue bastante animado gracias a los compañeros de clase, volví a reír con Kate y Cassie. Fuimos a comer a un italiano que había cerca del campus y recibí la llamada de Silvia. Estuve hablando con ella durante quince minutos sobre el mismo tema, la misma rayada de cabeza. Joder, se supone que llegarían por la noche a Londres.


Las ocho de la tarde. Había quedado con Kate para ir en mi coche al bar de Bartney. Bien, noche negra, noche de jazz. Al llegar, acompañé a Kate hasta la barra y fui hacia mi taburete. Pedí a Kate una cerveza y un par de tequilas, puro fuego recorría mi garganta. 


El grupo era muy bueno, formado por un saxofonista y un pianista demasiado experto como para conseguir que mi piel se erizara en cada acompañamiento. Las canciones simplemente hicieron que me olvidase de todo y me centrase en el momento. La música era mi gran salida para desconectar y disfrutar del momento siempre que lo necesitase. 


A las once el grupo se despidió y volví a marcar ese maldito número antes de despedirme de Barney y Kate, pero todo fue en vano. Solo encontraba confusión y preocupación en mi interior. No quería pensar más, mañana sería otro día.


                                                  **


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