domingo, 9 de octubre de 2011

Capítulo XVII

          
          La historia continúa aquí. Subiré cada viernes o fin de semana, ya sabéis, trabajos. Espero que os guste y como siempre, gracias. Para ti, Celia.


                                               **


         El miércoles fue caótico y en la amena comida que compartí con Mike pude encontrar algo de paz. Parecía que el Sol había vuelto a aparecer por Londres aunque la temperatura era una antítesis total. La mañana en la universidad se me hizo eterna y se respiraba un ambiente demasiado tenso en las clases, además, el centro de Londres estaba en obras y llegué al bar donde había quedado con Mike veinte minutos tarde. Consiguió sacarme de mis más pesimistas pensamientos y estuvimos hablando sobre un disco que me había encargado y que seguramente me encantaría pero me sorprendió por completo un dato demasiado extraño. Bartney y él eran íntimos.


- A sí que conoces al viejo Bartney, ¿eh?.- Dijo mientras daba un último trago a su cerveza.
- ¿Bartney? ¿Qué Bartney?.- Dije extrañada.
- Creo que tiene un bar al que vas todos los viernes, solamente creo…
- ¡Ah! Bartney… sí, yo también creo que sí conozco a ese viejo guitarrista.- Dije sonriendo.
- Somos grandes amigos y me ha hablado varias veces de tu potencial como música. No hacía falta que me lo dijese, trasmites algo que me hizo conocerte sin apenas saludarte Cantia. 
- ¿Y de qué os conocéis?
- No cambies de tema, sabes que es así aunque esa cabeza no quiera digerir tus virtudes, te las pienso seguir diciendo y ay ves, no soy el único que las comparte.
- Joder Mike, parecéis mi padre.
- Londinenses, aclaro. Bueno, ahora contestaré a tu pregunta. Cuando éramos jóvenes decidimos crear una banda él, el difunto Jason, George y yo. Esa época no fue una gran amiga para eso de vivir y no dejarse influenciar, teníamos apenas veinte años y las drogas comenzaron a llegar a Reino Unido. Jason murió hace doce años por una sobredosis y desde aquello el grupo se separó. Hace tiempo que no sabemos nada de George y únicamente mantenemos el contacto Bartney y yo.
- No tenía ni idea, de verdad que lo siento…- Dije comprendiendo cada palabra que salía de esa boca.
- Ya ves, la vida da muchas vueltas y cuando menos te lo esperas, te sorprende. Ahora tenemos cincuenta y seis años y las cosas han cambiado, Bartney y yo seguimos quedando de vez en cuando para recordar viejos tiempos y aprovechamos para mezclar el sonido de nuestras guitarras mientras recordamos el sonido, ya antaño, del bajo de Jasse y la magnífica fuerza puesta en cada ritmo por George. Se echa de menos eso de poder hacer disfrutar a corazones salvajes, amantes del rock. 
- Me encanta escuchar tus historias viejo rompecorazones.
- Y a mí poder contártelas pequeña.- Dijo riendo.- No éramos demasiado famosos. Nuestras fronteras no pasaban de Manchester y solíamos tocar en pequeños pub y locales de la zona pero para nosotras era poder compartir nuestros dones, lo que verdaderamente nos importaba. Era totalmente increíble y de la noche a la mañana, el sueño se esfuma y ya no compartes los cigarros con el loco de George… me gustaría saber donde anda o que ha sido de aquella loca pena andante.- Dijo sonriendo levemente.
- Seguro que lo harás. Eras Mike, eres un dios así que, tú no tienes obstáculos.
- Eres un alma loca.
- Se hace lo que se puede.


Aquella conversación me hizo ver demasiadas cosas que antes no me importaban demasiado. Si tienes algo, lo tienes que aprovechar, compartirlo con la gente. Hacerles disfrutar y disfrutar tú con ellos. Esa era la llave clave para ser feliz.


Después de comer fuimos hasta la casa de Bartney. Después de un años en esta ciudad y no sabía donde vivía mi gran confidente y compañero de penas. Había sido un gran apoyo junto con Kate para superar los motivos de mi penosa tristeza durante tres meses pero me hicieron darme cuenta y ver con otros ojos que él no merecía mis lágrimas, que él algún día recibiría su merecido y que, ante todo, el estaría en lo más bajo cuando yo sería feliz. 


Estuvieron compartiendo viejos recuerdos conmigo y tras unas cuantas cervezas y cigarros por su parte, se animaron y compartieron una fuerte pero a la vez dulce melodía que jamás había oído nadie, una de las tantas penas plasmadas por aquellos dos corazones solitarios que ya habían tragado demasiados problemas. Estuve cantando con ellos varias canciones de The Beatles y Oasis y en un momento me dio el punto y me arranqué con una antigua canción de Revolver, el grupo favorito de mi madre.

- La melodía es preciosa pero no me he enterado de nada…- Dijo Bartney riendo.
- ¡Qué mas da! Lo que importa es la cantante.- Dijo Mike guiñando un ojo.
- Sois tal para cual.
- Ya lo sabíamos.- Dijeron los dos a la vez mientras se daban un abrazo un tanto gracioso.
- Ei, Bartney, ¿qué grupo va este viernes al bar?
- Pues me enviaron una maqueta de tres canciones un grupo joven del oeste del país y por lo que parece son rock.
- Genial, hacía tiempo que no se llenaba el bar de almas perdidas.- Dije riendo.
- Menos mal que te entiendo…
- Sí, a veces me sorprendo a mí misma.


Cuando llegué a casa eran las siete de la tarde y lo primero que tenía que hacer era ocuparme de Luna. La calle la reclamaba desde las tres de la tarde. El clima era fresco y deje que despejase mis abrumadores pensamientos que no venían a cuento. Dimos un largo paseo por las silenciosas calles de la zona y mi móvil sonó dos veces. La primera era de Silvia. Siempre que llamaba hablábamos de todo y nada a la vez. Teníamos una serie conexión que pocas personas podrían entender. Echaba de menos poder hablar con una simple mirada y que ella la entendiese. A veces las palabras cansan y necesitas otra manera de pedir ayuda cuando lo necesitas. La segunda era de mi madre. Estuve hablando con ella hasta las ocho y me tuve que despedir de ellos porque las tareas me reclamaban. 


Pude relajarme una vez acabé de sumergirme en un mar de dudas, procesos y conocimientos. Era demasiado tarde. Las once. Pensé en Dougie, no sería buena opción llamarle ya que seguramente estaría demasiado cansado. Me preparé una simple ensalada y de postre opté por un trozo de pan con queso. Dormí pocas horas ya que la noche fue demasiado desoladora. Una trágica película de amor adueñó mis ganas de dormir y consiguió que Luna fuese un gran cojín para abrazar mientras las lágrimas y pensamientos salían sin sentido alguno de mi ser. Aproveché para poder ahogar mi pequeño estrés en ellas. La verdad es que encuentro en esa trágica acción una gran salida para poder volver a ser concretamente yo.


El jueves pasó rápido. A Kate lo único que la apetecía era pasar una tarde juntas y eso hicimos. No salimos de casa hasta la caída del Sol. Estuvimos trabajando en varios asuntos de la universidad un tanto complicados y la felicidad se hacía notar en el pequeño apartamento. Después de aquella extraña tarde sobró tiempo para dar paso a la imaginación. Volví a coger las riendas del piano y estuve practicando algunas canciones clásicas haciendo que el tiempo corriese como nunca. Pude dar señales de vida en las redes sociales mientras los cascos hacían su trabajo de no molestar a los vecinos. La música me invadía totalmente de aquel injusto mundo y sin quererlo escribí un pequeño texto un tanto trágico. Necesitaba plasmar esa idea de un joven que ve acabar su vida porque ya ha vivido demasiado como para seguir soportándolo. No podía dejar que estuviese en mi cabeza aquel pequeño fragmento que pedía a gritos ser escrito y guardado sin que nadie conociese de su existencia. La verdad es que siempre se me habían dado bien las letras como las ciencias pero desde pequeña me apetecía caminar por el pequeño y perfecto mundo de las matemáticas pero en el de las letras extraviadas encontraba quizases y pequeñas realidades.


Viernes, deseado viernes. Se olía la libertad en el ambiente y los ánimos eran todo un contraste a lo encontrado los días anteriores en la facultad. Kate me dijo que este viernes tenía que ir una hora antes al bar por lo que no podía acompañarme hasta allí. Esperaba con impaciencia volver a verle. Realmente echaba de menos sus sonrisas, su voz.


Las nueve fueron marcadas por el gracioso grito de ‘Fuck you’ en el reloj del bar. Cuando entré, pude observar como Dougie ya estaba sentado en ‘su taburete’ mientras charlaba con Bartney animadamente. No pude reaccionar ya que Kate salió de Dios sabe donde y me metió al almacén.


- Vale, Cantia, ¿qué hace ahí sentado y hablando con Bartney, Dougie? Porque es Dougie Poynter, ¿no?
- Sí… es que… bueno, que te tengo que contar algo y tal…
- Mira la puta como se lo tenía guardado.
- Anda calla.- Dije riendo.- Pues a ver, le conozco.
- A ver, a ver, vayamos por partes. ¿Cómo qué le conoces?
- Es una larga historia y ahora no hay tiempo para contarla porque los clientes van a comenzar a llegar y te van a reclamar al grito de ‘¡Eh, tú, mueve ese culo y sírveme un Martini’.
- Encima tienes razón. Vale, pero esto no se queda así, sólo dime, ¿sois amigos?
- Algo así.- Dije sonriendo.- Y como ya te habrás imaginado, no vas a decir a nadie esto. Nada de nada.
- No, ya sabes tú que Kate es muy buena y no dice nada.
- En serio, es demasiado personal.
- ¿Eres tonta? Me conoces demasiado bien, recuerda, somos iguales.- Dijo guiñándome uno de sus preciosos ojos azules.
- Que haría yo sin ti.
- Pues ya sabes, tu vida sexual no sería lo mismo.
- Eres una puta guarra.- Dije riendo.
- Eh, pero que conste que tú eres mía y de nadie más, es decir, que no te pienso compartir.
- Egoísta.
- Me pones.


Salimos del almacén y vi como Kate volvía a la barra y atendía a varios clientes. Me acerqué hasta la posición de Dougie que, cerveza en mano, se hallaba observando como el pequeño grupo formado por dos guitarras y un batería comenzaba a ensayar antes de darse a conocer en aquel acogedor local. Saludé a Bartney con una sonrisa y un ligero movimiento de mano mientras me iba acercando hasta Doug. Cogí mi móvil y le escribí un pequeño mensaje.


‘¿Por qué no miras detrás?’


Segundos después Dougie comenzó a escribir una simple contestación que hizo que una sonrisa se instalase en mi cara.


‘Porque ya sé que estás respirando el mismo aire que yo.’


Noté como Dougie cogía mi mano mientras se daba la vuelta y clavaba su mirada en la mía.


- Creo que esta noche toca rock.
- Sí, yo también.


Ambos comenzamos a reír sin fin alguno y pronto vino Bartney para suavizar la situación. Las personas se iban dejando caer por el bar a cuentagotas pero poco a poco comenzó a llenarse y Kate y Bartney ya comenzaban a hablar con miradas y los dos iban compenetrando para llevar a cabo lo que sería la épica noche de los viernes.


- ¿Qué tal estos dos últimos días?.- Dije mientras mi dedo índice dibuja figuras sin sentido en la palma de la mano de Doug.
- Relativamente ha ido bien. La semana que viene ya nos vamos para España y hemos estado hablando sobre algunos posibles cambios en Super City dentro de un tiempo. Ya ves, mue interesante.- Dijo sonriendo.- ¿Y tú? Lo siento de verdad pero no he podido llamarte porque llegaba a casa con Tom demasiado tarde y no quería despertarte.


Esas palabras hicieron que bajase la mirada hacia nuestras manos con una leve sonrisa pintada en mi cara. 


- Mucho estrés y poco tiempo para relajarme. El miércoles fui a comer con Mike y me contó que él y Bartney son íntimos y que tenían un grupo en su época de rompecorazones.- Dije riendo.- El miércoles se puede decir que fue donde pude encontrar un poco de paz después de la mañana caótica que tuve.
- Ya sabes, mañana sábado pequeña.
- Al fin.- Dije riendo.


El grupo era realmente bueno en lo suyo y Dougie no paraba de compartir comentarios conmigo. No separábamos la vista del pequeño escenario montado ese día en concreto y la noche fue, de verdad, una buena descongestión para mi cabeza. 


Terminaron de tocar a eso de las doce menos cuarto, después de unos cuantos bises pedidos por el público. Al final, sacaron la maqueta formada por cinco sencillos y Dougie les compró una. Ese grupo podía salir de la rutina de tocar en un bar cada viernes. Salimos del bar tras despedirnos de Bartney y Kate. Esta se despidió de una manera muy suya. Me dio una palmada en el culo y me susurró un ‘mañana no te libras’. Al salir, la calle se encontraba en un silencio sepulcral y sólo se escuchaba el sonido de algún coche que pasaba por la avenida contigua. 


- Me ha costado encontrar la paz sin tu sonrisa.
- Te he echado de menos.


Dougie me miró y me sonrió mientras caminábamos sin ningún camino en mente. Solamente queríamos disfrutar de la noche y aprovechar de un pequeño descanso. Disfrutar de un poco de libertad. Busqué su mano y entrelacé mis dedos. Realmente encontraba algo inexplicable cuando estaba con él. Seguridad. 


Nos paramos cerca de un callejón contiguo de un restaurante italiano. Dougie me dio un beso en mi frente mientras yo disfrutaba de aquel momento.


- Hoy hace dos semana que te conocí.
- Hoy hace dos semanas que nos conocimos.
- Catorce días.
- Nada más y nada menos.- Sonreí.


Apreté con fuerza su mano y Dougie me encaminó por el oscuro callejón.


- ¿Qué haces? ¿Estás loco?.- Dije riendo.
- Sí, ya lo sabes.


Bajo la tenue luz de la preciosa luna llena, pude aún encontrar esos ojos. No hizo falta decir nada. Revivir aquel momento. Aquella primera vez bajo las pequeñas gotas de lluvia. Pude notar como Dougie rodeaba mi cintura a la vez que yo entrelazaba mis manos tras su cuello. La distancia disminuía en cada segundo. Nuestras miradas seguían aún fijas la una en la otra y cada bocanada de aire era suya. Juntamos nuestras frentes y se podía escuchar como los latidos de mi corazón se volvían cada vez más irregulares. Se podía notar la velocidad en ellos.


- Yo también te he echado de menos.


Esas palabras fueron susurradas demasiado cerca de mis labios. Un escalofrío recorrió todo mi ser. Un escaso milímetro separaba cada frontera. Volví a mirar por última vez a esos ojos que hablaban por si solos para cerrar los míos. Ese momento era nuestro. Sentí sus labios sobre los míos. Sentí su calor interno. Noté su sonrisa tras un suspiro entrecortado y volví a callarla. No era un beso como los demás. Pedía más. Dougie me acercó más a él y mis dedos comenzaron a entrelazarse con su pelo. Entremezclamos nuestros alientos y nuestras lenguas eran compañeras. Un beso con miedo, sin prisa pero a la vez tentador. No había nadie más. Sólo él y yo, nosotros.


                                                       **



4 comentarios:

  1. Oh my goodness! Que bonito final. Oisteme, tú pa' escritora, vaya que sí!. Sigue, sigue!

    ResponderEliminar
  2. Muchísisisimas gracias de verdad!! Anda que sí... hahahhahahaha
    Seguiré (H)

    ResponderEliminar
  3. Cada día mejor, así sí! :)

    ResponderEliminar
  4. Ohhhhhhh, me ha encantado, es precioso, y el final me ha dejado asjdhfkasjdfhaklsjd!
    Gracias por pasarme el link, sube prontooo please :D

    ResponderEliminar